MercoPress, in English

Domingo, 22 de diciembre de 2024 - 23:28 UTC

 

 

G-20: Dar un impulso al crecimiento inclusivo

Jueves, 29 de noviembre de 2018 - 09:00 UTC
Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional. Ha estado en el cargo desde julio del 2011 Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional. Ha estado en el cargo desde julio del 2011

Por Christine Lagarde - Al tiempo que los líderes del G-20 se reúnen en Argentina, la economía mundial atraviesa una encrucijada. Hemos tenido una buena racha de sólido crecimiento según niveles históricos, pero ahora enfrentamos un período en el que se están materializando riesgos significativos y aparecen oscuros nubarrones en el horizonte.

Aunque los últimos datos económicos han sido decepcionantes, no debemos titubear. Antes bien, debemos plantearnos metas de gran alcance, como por ejemplo la implementación de un conjunto de múltiples reformas, que podrían sumar otro 4% al PIB de los países del G-20.

El éxito ahora depende de que actuemos con rapidez, y de forma conjunta.

Señales de moderación del crecimiento

En el informe Perspectivas de la economía mundial (informe WEO, por sus siglas en inglés) publicado en octubre por el FMI se pronosticó un crecimiento mundial de 3,7% para 2018 y 2019.

Estas estimaciones representaron una rebaja de 0,2 puntos porcentuales respecto de las formuladas en julio, que obedeció en gran medida a las crecientes presiones externas y financieras sobre los mercados emergentes y a un tangible incremento de las tensiones comerciales.

Los datos recientes indican que esos vientos en contra pueden haber moderado la dinámica de crecimiento aún más de lo que habíamos previsto. Por ejemplo, en el tercer trimestre el crecimiento ha sido sorprendentemente bajo en economías de mercados emergentes, como China, y en la zona del Euro. Una falta de acuerdo sobre el Brexit podría mellar aún más la confianza.

En el mediano plazo, particularmente en las economías avanzadas, prevemos una moderación del crecimiento debido a factores demográficos adversos y a una lenta productividad. Esta perspectiva incluye a Estados Unidos, una vez que llegue a su fin el reciente proceso de estímulo fiscal.

Además, demasiados países registran un excesivo nivel de desigualdad que perjudica a numerosas personas y que podría también socavar el apoyo público a las reformas orientadas a fomentar la productividad.

¿Qué se puede hacer para abordar estos retos? Permítanme destacar tres prioridades.

Primero, reforzar nuestras defensas

Las autoridades pueden comenzar por crear más espacio de maniobra fiscal, para disponer de los recursos necesarios para dar más respaldo a la economía si el crecimiento se debilitara considerablemente. Ello implica emprender ya una consolidación fiscal significativa, especialmente en los países altamente endeudados, como Italia y varias economías emergentes.

En términos de política monetaria, el proceso de normalización de las tasas de interés que está en curso en muchas economías avanzadas debería seguir avanzando por un sendero gradual, debidamente comunicado y basado en datos. Esto no solo favorecería los intereses propios de esas economías sino que también contribuiría a evitar una innecesaria turbulencia en las demás economías.

Lo bueno es que la normalización de la política monetaria es una señal de un crecimiento relativamente fuerte en las economías avanzadas. En los últimos meses, sin embargo, el endurecimiento monetario —sumado a un incremento de las tensiones comerciales— ha intensificado las presiones externas para algunas economías emergentes. ¿Cómo pueden estas responder ante tal situación?

Los países con metas de inflación adecuadamente ancladas deberían recurrir a la flexibilidad del tipo de cambio para mitigar las presiones externas. Cuando dichas presiones amenacen con generar perturbaciones, también podrían aplicarse medidas de gestión de los flujos de capital como parte de un programa más amplio de políticas.

Segundo, trabajar en equipo para ganar

Sabemos que las crecientes barreras al comercio terminan siendo contraproducentes para todos los involucrados. Por lo tanto, es imprescindible que todos los países eviten imponer nuevas barreras comerciales, y que además revoquen los aranceles recientemente impuestos.

Tenemos una oportunidad excepcional para mejorar el sistema de comercio mundial. Los estudios realizados por el FMI indican que la liberalización del comercio de servicios podría sumar alrededor de ½%, o USD 350.000 millones, al PIB del G-20 en el largo plazo.

Asimismo, la adopción de acciones concertadas por parte de los diversos países puede fortalecer sus propias economías, reducir los desequilibrios mundiales y estimular la economía mundial.

Alemania, por ejemplo, podría utilizar el espacio fiscal disponible para fortalecer su potencial de crecimiento, aumentando la inversión e incentivando la participación en la fuerza laboral; Estados Unidos podría ayudar reduciendo su déficit fiscal, y China podría contribuir siguiendo adelante con su reequilibramiento económico.

Tras una década de condiciones financieras relativamente favorables, muchos países también deben hacer frente a niveles de endeudamiento sin precedentes: en total, USD 182 billones a nivel mundial según estimaciones del FMI. Además, es imprescindible hacer más transparente la información sobre la magnitud y las condiciones del endeudamiento, especialmente en los países de bajo ingreso.

En términos más generales, los riesgos del sector financiero exigen actuar, entre otras formas, evitando un retroceso de los avances logrados tras la crisis en materia de regulación del sector financiero.

Tercero, acelerar el ritmo

El tema de la presidencia argentina del G-20 — Construyendo consenso para un desarrollo equitativo y sostenible— es una prioridad crucial. Pero hoy por hoy el avance es demasiado lento. ¿Cómo se lo puede acelerar?

La mayoría de las economías avanzadas del G-20 podrían beneficiarse si relajaran las restricciones del mercado de productos para estimular la innovación y reducir los precios. Facilitar el acceso a los servicios profesionales sería especialmente importante, por ejemplo, en Japón y en muchos países de la zona del euro. Dar mayor respaldo a la investigación sería vital en Alemania, Canadá y el Reino Unido, entre otras economías.

La mayoría de los países emergentes del G-20 también se beneficiarían mediante reformas de sus mercados de productos y de trabajo. A economías como Brasil, China, India y Rusia les sería conveniente dejar de aplicar impuestos distorsivos.

Y virtualmente en todas partes una mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral no solo impulsaría el crecimiento, sino que también contribuiría a forjar sociedades más equitativas e inclusivas.

Estas son solo algunas de las medidas que, de ser implementadas en forma conjunta, podrían, según nuestros cálculos, aumentar el PIB del G20 en un 4%.

Conclusión

En los diez años transcurridos desde la primera Cumbre de los Líderes del G-20, los esfuerzos realizados por el grupo han sido cruciales para contribuir a la recuperación de la economía mundial.
Sin embargo, están reapareciendo ahora oscuros nubarrones en el horizonte.

Encarar este desafío supone implementar políticas que tengan sentido tanto a nivel nacional como internacional. También supone fortalecer la red mundial de protección financiera, con un FMI debidamente dotado de instrumentos y recursos para garantizar que la institución cumpla su función de ayudar a los países a prevenir y abordar crisis futuras.

Hagamos de la reunión del G-20 en Buenos Aires una ocasión para actuar sin demora y de forma conjunta.