El primer desafío de Paz será resolver la escasez de dólares y el alza de precios Rodrigo Paz Pereira, político de centroderecha de 58 años, asumió la presidencia de Bolivia este sábado, para un mandato de cinco años en medio de una grave crisis económica. El hijo del expresidente Jaime Paz Zamora ganó la segunda vuelta electoral del 19 de octubre con el 54,5% de los votos, poniendo fin a dos décadas de dominio del inzquierdista Movimiento al Socialismo (MAS).
Durante la ceremonia en la Asamblea Legislativa Plurinacional, Paz prestó juramento junto a su vicepresidente, el expolicía Edman Lara. Paz repitió el sencillo juramento que marcó su victoria: Dios, patria y familia, sí, juro.
A la ceremonia asistieron los presidentes Javier Milei (Argentina), Daniel Noboa (Ecuador), Santiago Peña (Paraguay), Gabriel Boric Font (Chile) y Yamandú Orsi (Uruguay), así como otras importantes personalidades extranjeras como el vicepresidente brasileño Geraldo Alckmin y el subsecretario de Estado estadounidense Christopher Landau, lo que señala un cambio en la proyección internacional de Bolivia. Los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua no fueron invitados, ya que Paz se comprometió a fortalecer los lazos únicamente con las naciones que “respetan la democracia y los derechos humanos”.
Paz sucede al presidente izquierdista Luis Arce Catacora (2020-2025), en un giro histórico tras dos décadas de gobierno del MAS, caracterizadas por la nacionalización del sector de hidrocarburos y políticas redistributivas. La imagen del MAS se vio gravemente dañada por una prolongada lucha interna de poder entre Morales y Arce, que culminó con su derrota en la primera vuelta de las elecciones.
La nueva administración se enfrenta de inmediato a una grave emergencia económica, con una severa escasez de dólares estadounidenses y combustible, lo que dispara los precios de los alimentos y los servicios. Esta inestabilidad ha llevado a Bolivia a su primera recesión desde 1986. Paz fue visto como una tercera vía entre el fragmentado gobierno socialista y la derecha liberal radical. Su victoria se vio impulsada por el apoyo inesperado de una amplia coalición, que incluyó a comunidades indígenas desilusionadas, organizaciones campesinas y la burguesía aymara, surgida durante las dos últimas décadas de crecimiento económico.
Su lema de campaña, Capitalismo Popular o Dinero para Todos, promete un nuevo rumbo económico con medidas favorables a las empresas, acceso al crédito, incentivos fiscales para la economía formal y reducción de aranceles a los productos importados. Paz, un político veterano proveniente de una influyente familia política, ha priorizado el pragmatismo sobre la ideología, afirmando: La ideología no da de comer; lo que da de comer es el derecho al trabajo y la seguridad jurídica. Sin embargo, Paz, quien se postuló con el debilitado Partido Demócrata Cristiano (PDC), deberá forjar alianzas sólidas en el Congreso para gobernar con eficacia.
La política exterior de Paz busca reorientar a Bolivia, alejándola de los alineamientos automáticos y prometiendo abrir el país al mundo, priorizando las relaciones con socios democráticos y fortaleciendo los lazos con vecinos clave como Brasil, Chile, Perú, Paraguay y Argentina en materia de energía y comercio.
El nuevo gobierno también deberá recuperar la credibilidad en foros como la Comunidad Andina y la OEA, manteniendo relaciones con China y Rusia, pero bajo condiciones más transparentes y equilibradas. La capacidad del nuevo gobierno para resolver la escasez de dólares, controlar el alza de precios y garantizar el funcionamiento del Congreso será la prueba de fuego inmediata de la era del capitalismo popular.
Un día después de asumir el cargo, Paz nombró un gabinete exclusivamente masculino, basado en la meritocracia y la eficiencia, sin representantes de los sectores indígenas ni de la clase trabajadora: José Luis Lupo (Presidencia), Fernando Aramayo (Relaciones Exteriores), Marco Antonio Oviedo (Gobierno), Gabriel Espinoza (Economía) y Mauricio Medinacelli (Hidrocarburos y Energía).