El mayor país de Sudamérica atraviesa una ola de “terrorismo” del siglo XXI que aprovecha las altas temperaturas y la baja humedad para incendiar grandes áreas dañando la salud de las personas, la biodiversidad y destruyendo bosques, dijo este fin de semana la ministra de Cambio Climático, Marina Silva, informó la Agencia Brasil. La funcionaria se refirió a este fenómeno como “terrorismo climático”.
Hay una prohibición nacional del uso del fuego, pero hay quienes están llevando a cabo un verdadero terrorismo climático, dijo Silva. Añadió que hay una intención detrás de estas acciones, ya que las graves sequías afectan a todos los Estados del país excepto a dos. Silva también abogó por endurecer las penas para quienes cometan este tipo de delitos, que actualmente oscilan entre uno y cuatro años de cárcel.
No es posible que frente a una de las mayores sequías de toda la historia de nuestro continente y de nuestro país, y con la prohibición existente, las personas sigan provocando incendios. Esto causa grandes daños a la salud pública, al medio ambiente, a nuestros sistemas productivos y no hace más que agravar el problema del cambio climático. Cuando se da una situación en la que se sabe que provocar incendios es como si se disparara un barril o un polvorín, se trata de una intención delictiva, subrayó Silva, al tiempo que recordó que hasta el momento han sido detenidas 17 personas, mientras siguen abiertas más de 50 investigaciones.
Silva también insinuó que creía que había gente en las sombras alentando estos delitos, lo que requiere un trabajo de investigación e inteligencia por parte de la Policía Federal (PF). También comparó estos ataques con el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023. Por eso es tan importante el trabajo de la PF. Tenemos que seguir investigando con un trabajo combinado de inteligencia, porque es ahí donde podremos averiguar de dónde viene esta motivación. Prácticamente estoy comparando lo que está ocurriendo con el 8 de enero. Se trata de personas que actúan deliberadamente para crear el caos en Brasil, incendiando bosques y actividades productivas de la población.
Los daños sólo en el Estado de São Paulo rondan los 2.000 millones de reales (362,43 millones de dólares) para los agricultores, especialmente los cañeros, señaló Silva, después de que ya se hayan quemado unas 900.000 hectáreas de zonas agrícolas y ganaderas, además de 1,4 millones de hectáreas de pasturas y un millón de hectáreas de zonas forestales.
Un bosque húmedo no se incendia, porque el fuego se inicia y el propio bosque consigue apagarlo. Como ya estamos experimentando los efectos del cambio climático, es probable que el bosque esté perdiendo humedad, como dicen los científicos, y alrededor del 32% de los incendios están siendo provocados intencionadamente para degradar el propio bosque, subrayó también Silva.
En este escenario, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva analizó este lunes por la mañana con su gabinete las posibles medidas ante esta calamidad. Lula y la primera dama, Janja da Silva, sobrevolaron el domingo el Parque Nacional de Brasilia, afectado por un gran incendio.
La Policía Federal está siguiendo una pista que apunta al posible hecho de que algunos de los incendios forestales se hayan producido por acciones coordinadas, con propagación simultánea de focos ígneos. El juez del Superior Tribunal Federal (STF) Flávio Dino también consideró plausible la hipótesis y ordenó medidas para contener incendios en la Amazonia y el Pantanal, concediendo al gobierno federal acceso a financiación especial para esta tarea.
El gran número de incendios en todo el país también ha ejercido presión sobre el sistema sanitario, especialmente en los casos de ancianos y niños con problemas respiratorios en medio de nubes de humo.