El martes, la Unión Europea (UE) tomó una decisión importante al designar a las personas que liderarán los cargos más altos del organismo en una época que estará marcada por temas como el Brexit y la migración en el viejo continente.
En las negociaciones, se tomaron en cuenta dos factores trascendentales: la influencia geográfica en los cargos y la equidad de género, por lo que se nombraron dos hombres (Charles Michel al mando del Consejo Europeo y Josep Borrell a cargo de la diplomacia europea) y dos mujeres. En este último caso, la UE designó a dos figuras conocidas en la política continental y que suman experiencia y reconocimiento entre sus pares: la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, y la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, quienes fueron elegidas para presidir la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE), respectivamente.
Dos personajes que darán que hablar y que esperan de la venia de la Eurocámara para ejercer sus nuevos cargos que serán de gran relevancia para el futuro de Europa. Desde hace años que Ursula von der Leyen forma parte de la primera plana de la política alemana y desde entonces ha estado acostumbrada a marcar hitos. Tiempo atrás se transformó en la primera mujer ministra de Defensa de su país y ahora será la primera en su género en liderar la Comisión Europea. Esta mujer de 60 años inició su carrera política en Baja Sajonia, donde fue ministra regional de ese land antes de dar el salto a la escena nacional en la campaña electoral de 2005 como parte del equipo de Angela Merkel.
Desde entonces que ha sido una constante en el Gobierno de la Canciller alemana. Partió en 2005 como ministra de Familia, Tercera Edad, Mujer y Jóvenes, instancia en la que generó una pequeña revolución al impulsar decisivamente las posibilidades que las mujeres compaginen la actividad profesional con la vida familiar. Aplaudida por los socialdemócratas y los Verdes, causó con ello irritación dentro de ciertos sectores cristianodemócratas que seguían cultivando la idea de que la mujer con hijos debe quedarse en casa mientras estos crecen, en lugar de regresar lo más rápidamente posible al trabajo.
Estas políticas, no obstante, van de la mano con la vida personal de Von der Leyen, de profesión médica y apodada madre de la nación alemana. Su actividad no le impidió formar una familia con siete hijos y las doce horas de trabajo que todos le atribuyen no le impiden aparecer siempre como si acabase de salir de una sesión de hidroterapia. Desde el Ministerio de la Mujer, en 2009 pasó a la cartera de Trabajo y Asuntos Sociales, para recalar en 2013 en el Ministerio de Defensa de Alemania. Todo esto, siempre apoyando a Angela Merkel.
Fue así como en las dos primera legislaturas de la era Merkel, Von der Leyen fue considerada como la ministra estrella del Gobierno e incluso muchos la mencionaban como posible sucesora de su mentora en la Cancillería. Sin embargo, siempre rechazó el título de delfín de Merkel, asegurando que cada generación tenía su Canciller y que ella y Merkel pertenecían a la misma generación. No obstante, ahora saltó a la alta política continental, y herramientas tiene. Además del alemán y del francés, la futura presidenta de la Comisión Europea domina el inglés, idioma que ha usado para sus discursos en foros internacionales de seguridad.
La francesa que deja el FMI de forma temporal Christine Lagarde es un personaje más conocido en este lado del mundo, al desempeñarse durante los últimos ocho años como directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), cargo al que llegó rompiendo los techos de vidrio de los pasillos de las finanzas internacionales. De 63 años, Lagarde siempre fue una pionera: fue la primera mujer en dirigir el prestigioso gabinete de abogados Baker McKenzie, también la primera mujer a cargo del Ministerio de Economía de Francia (2007-2011) e igualmente la primera en conducir el FMI.
Toda su trayectoria la llevó a ser considerada en 2018 por la revista Forbes como la tercera mujer más poderosa del mundo. Con estudios en Derecho y Ciencias Políticas, empezó a trabajar como abogada en París, desde 1981 contratada por Baker McKenzie. En esa firma internacional trabajó como especialista en cuestiones laborales, de competencia y de fusiones y adquisiciones. En 1995, ya instalada en EE.UU., integró el comité ejecutivo del bufete, cuatro años después pasó a ser su presidenta y en 2004 responsable del comité estratégico.
En junio de 2005 dejó la empresa privada para entrar en el Gobierno del Presidente conservador francés Nicolas Sarkozy, primero en la cartera del Comercio Exterior y dos años después como ministra de Economía y Finanzas. En ese último cargo presidió el Ecofin en el segundo semestre de 2008 y luego el G20 durante la presidencia de su país en 2011. Para evitar que Francia perdiera un puesto internacional tan relevante como el de director del FMI ante el escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn, Sarkozy la propulsó para el cargo para reemplazarlo en julio de ese año y desde entonces pocos son los que han lamentado públicamente su decisión.
Supo imponer calma sin mostrarse moralmente superior, recuerdan en la entidad. Hoy es muy apreciada porque aportó un toque de humanidad, agregan. Cuando terminó su primer mandato cinco años después, tras haber intervenido en primera línea en la gestión de la crisis de la deuda en la zona euro, fue reelegida por consenso, sin que ningún otro candidato se hubiera presentado. No fue siquiera un obstáculo el hecho que unos meses después tuviera que sentarse en el banquillo de acusados en Francia por su responsabilidad como ministra en 2008 en la atribución de una indemnización multimillonaria al controvertido empresario Bernard Tapie.
Precisamente ese juicio a finales de 2016, con una peculiar condena por negligencia, pero exenta de pena, es la principal mancha de su biografía pública. Los magistrados del Tribunal de Justicia de la República, una instancia especial para juzgar a miembros del Gobierno o ex ministros por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones, decidieron no imponerle ninguna sanción teniendo en cuenta su personalidad y su reputación internacional. Son esos factores los que ahora la llevaron a un nuevo cargo, que la obligará a dejar el FMI de forma temporal.