Los tweets de Donald Trump el pasado 5 de mayo agravaron la tensión entre China y Estados Unidos, lo que desencadenó dramáticamente nuevas especulaciones sobre las condiciones un cualquier nuevo acuerdo comercial. China tomó represalias ante los nuevos aranceles de Estados Unidos sobre sus productos, y aplicó impuestos a las importaciones de EEUU. Esta medida interrumpió un largo periodo de calma que comenzó después de la reunión del G20 el 1 de diciembre.
La campaña de Donald Trump para aplicar nuevos aranceles a China refleja su decisión de regresar el empleo a EEUU, especialmente al sector manufacturero, y también aliviar la dependencia estadounidense de China.
El país tenía un déficit comercial de $ 419 mil millones con China en 2018, debido a las fuertes importaciones de bienes a EEUU, mientras que, por el contrario, las compañías estadounidenses batallaban para exportar lo suficiente hacia China. La gráfica ilustra perfectamente esta situación tan difícil para Estados Unidos.
Recientemente, la situación se volvió mucho más desafiante, ya que el otro lado de este superávit comercial chino con EEUU estaba financiando la economía de EEUU a través de las compras de bonos del Tesoro estadounidense en particular. Este arreglo funcionó durante mucho tiempo y sirvió para que los dos países permanecieran unidos, ya que los productos chinos encontraron un mercado en Estados Unidos, mientras que China financiaba la economía estadounidense para compensar el ahorro insuficiente de los estadounidenses. La relación entre Estados Unidos y China se basaba en un enfoque complementario, pero este equilibrio está cambiando, ya que la contribución de China al financiamiento de la economía de EEUU ha disminuido en meses recientes. En marzo de 2019, la proporción de activos financieros estadounidenses que China mantenía como parte del financiamiento externo total de los Estados Unidos volvió a los niveles mínimos registrados en junio de 2006.
El equilibrio entre los dos países está cambiando y EEUU ya no puede tener la misma influencia sobre China que en el pasado. China se está distanciando y quiere lograr una mayor independencia.
A la Casa Blanca también se le está acabando la paciencia, ya que China se está tardando en cumplir con sus solicitudes. Al imponer aranceles a las importaciones chinas, Washington está tratando de minar la actividad económica del país, y existe el peligro de que esto genere una tensión social grave y obligue al gobierno chino a ceder, ya que no quería asumir este riesgo social. Los débiles indicadores económicos de China desde el inicio de año podrían dar credibilidad al enfoque de Washington y llevarlo a asumir una línea aún más dura en el intercambio comercial, aunque este enfoque no sea necesariamente el correcto.
A principios de 2019, la influencia de Estados Unidos en las exportaciones chinas se desaceleró considerablemente. La dependencia china en EEUU se está revirtiendo, mientras que, al mismo tiempo, China está relanzando la Iniciativa Belt and Road, cuyo objetivo es diversificar aún más el mercado chino. China está expandiendo sus mercados y está efectivamente limitando la influencia de Estados Unidos en su economía.
El otro gran desacuerdo entre Washington y Beijing es acerca de la tecnología, y en mi opinión, este es el principal punto de discordia entre ambos países. La tecnología china se ha recuperado muy rápidamente en los últimos veinte años vía transferencias de tecnología y con una reserva sustancial de recursos para facilitar este rápido progreso. Este enfoque ha funcionado bien, y China ahora tiene algo de ventaja sobre EEUU, particularmente en 5G e inteligencia artificial.
La pérdida del dominio tecnológico de EEUU es un cambio radical, ya que China tiene los recursos para desarrollar estas tecnologías sin el apoyo estadounidense. Este tipo de situación podría haber surgido con Japón hace unos años, pero Japón siempre se mantuvo dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos... y no se puede decir lo mismo de China. El país tiene un gran mercado interno, mientras que el desarrollo fuera del país es vasto, por lo que ahora puede generar un impulso tecnológico autosuficiente.
Washington ha demostrado una particular tensión sobre este tema en los últimos meses, con sanciones contra ZTE en abril de 2018 y, recientemente, contra Huawei en diciembre de 2018, lo que agrava la tensión. Los gobiernos europeos también se han visto presionados a mantenerse alejados de la tecnología china. Más recientemente, Donald Trump incluyó en una lista negra a Huawei, mientras que otras compañías chinas ya no tienen acceso al mercado de estadounidense, como China Mobile.
Lo que está en juego es muy sencillo: el país que decida los estándares para estas nuevas tecnologías ganará una ventaja competitiva enorme y podrá desarrollar innovaciones más fácilmente utilizando dichas tecnologías. Este es el obstáculo para las negociaciones, ya que China ha invertido recursos sustanciales para reforzar esta ventaja tecnológica y no quiere imposiciones de EEUU. Del mismo modo, parece impensable que Estados Unidos aceptara espontáneamente el avance de China y obedeciera su mandato para emplear dichas tecnologías.
Esta batalla tecnológica de voluntades no se resolverá por sí sola. Ninguno de los dos países está dispuesto a ceder, por lo que un acuerdo parece poco probable, a menos que la economía china sufra una desaceleración grave, pero esto no es parte de nuestro escenario.
Sin embargo, esto no se acaba ahí. El desarrollo de la tecnología 5G, por ejemplo, está en el centro de una serie de innovaciones y otros países fuera de China y EEUU están desarrollando negocios que utilizan esta tecnología. Esto significa que el desarrollo de estas innovaciones a una escala masiva probablemente requerirá el uso de tecnología china, y esto detonará más tensiones con EEUU. Emmanuel Macron ya ha dejado clara su postura al respecto.
La dinámica de la economía global está cambiando, pero el nuevo orden mundial no va a emerger de inmediato. Esta es la primera vez en la historia que vemos este tipo de situación, y la primera vez que la economía mundial pudiera optar por una nueva región como resultado de la innovación tecnológica. Cuando el centro de gravedad de la economía mundial se desplazó del Reino Unido a EEUU, todavía había cierto grado de continuidad, pero no se puede decir lo mismo de la situación actual. Y Europa también deberá encontrar su lugar en este nuevo orden.
Esta transformación anulará la dinámica actual de la economía mundial y cambiará todo el equilibrio entre las diversas regiones del mundo.
En verdad, este es un momento fascinante para seguir de cerca los acontecimientos mundiales.
Por: Philippe Waechter, Economista en jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM