Tras nueve años de obras y dos de retraso, este martes ha sido inaugurado el puente más largo del mundo sobre el mar, que mide 55 kilómetros y conecta las ciudades de Hong Kong, Macao y Zhuhai en el sur de China.
En una ceremonia con las principales autoridades locales, el presidente chino, Xi Jinping, abrió el prodigio de la ingeniería, por donde el tráfico empezará a circular el miércoles.
Con un coste estimado que se ha disparado hasta los 100.000 millones de yuanes (13.000 millones de euros), el puente se sostiene sobre 420.000 toneladas de acero con las que se podrían levantar hasta sesenta torres Eiffel. Según informa el periódico de Hong Kong South China Morning Post, la construcción está formada por un puente de 22,9 kilómetros sobre el mar y un túnel submarino de 6,7 kilómetros a 44 metros de profundidad para salvar el paso de grandes barcos por la bahía que se abre al final del Delta del Río de las Perlas.
El túnel y los puentes están unidos por dos islas artificiales en medio del recorrido, que reduce de cuatro horas a poco a treinta minutos el tiempo que antes se tardaba en circundar toda la bahía para ir desde Hong Kong hasta Zhuhai, ciudad de China continental fronteriza con Macao.
Como ambas ex colonias son regiones administrativas especiales de China, gozan de una autonomía más nominal que real que les permite tener pasos fronterizos con el continente. Por ese motivo, la apertura del puente no será total y, para circular por él, los vehículos particulares tendrán que pedir unos permisos especiales sujetos a ciertas cuotas. El resto de pasajeros tendrá que usar los autobuses que cubrirán dicha ruta día y noche, que costarán unos 70 dólares de Hong Kong (8 euros) y saldrán cada quince minutos o media hora.
Para 2030, se espera que casi 30.000 vehículos y 126.000 pasajeros crucen el puente cada día, pero al principio serán solo 9.200 autobuses y coches, según recoge la BBC. De hecho, una de las principales críticas a esta nueva infraestructura es que, más que por su utilidad real, es un proyecto simbólico para integrar las antiguas colonias de Hong Kong y Macao aún más en China. Al margen de su significado político, tan espectacular puente sirve para seguir conformando la gigantesca zona metropolitana que está creciendo en el Delta del Río de las Perlas, donde viven 68 millones de personas en once ciudades.
Combinando los centros manufactureros de la «fábrica global» en Cantón (Guangzhou) con el polo tecnológico de Shenzhen y el puerto y los servicios financieros de Hong Kong con el ocio y los casinos de Macao, se trata de una de las zonas más dinámicas y con mayor proyección del planeta.
Junto a las críticas por ser un elefante blanco para demostrar el poder del autoritario régimen chino, el puente se ha visto salpicado por numerosos problemas que han puesto en duda incluso su seguridad. En medio de un sonado escándalo, 19 técnicos de un laboratorio fueron acusados de falsificar los informes sobre el cemento. A ello se suman sospechas de corrupción y varios accidentes laborales graves, que han costado la vida a 18 trabajadores y ensombrecido los indudables logros arquitectónicos de la obra. Además, los grupos ecologistas denuncian su impacto sobre el medioambiente y, en especial, sobre los delfines blancos, cada vez más escasos.