El Sumo Pontífice al iniciar este domingo en Ecuador su gira por tres países de América del Sur brindó un mensaje social, recordando especialmente a las minorías “más vulnerables”. Fue recibido en el aeropuerto de Quito por el presidente Rafael Correa, miembros de la Iglesia Católica de ese país y políticos.
Una orquesta de cuerdas, un coro vocal y un coro de lenguaje de señas, acompañaron la ceremonia. Tras la entonación de los himnos de Ecuador y del Estado del Vaticano, el mandatario Correa hizo un discurso centrado en la desigualdad existente en Latinoamérica, denunciada en varias ocasiones por el Sumo Pontífice.
Luego, fue el turno del Papa. Inició su discurso haciendo una broma con respecto a las palabras de Correa: “me ha citado demasiado”, dijo entre risas. “Doy gracias a Dios por haberme permitido volver a América Latina y estar aquí con ustedes (…) Es una muestra más del carácter acogedor que también define a la gente de esta noble nación”, manifestó al principio, resaltando la calurosa bienvenida que recibió.
El papa Francisco instó luego a buscar en el evangelio “las claves para afrontar los desafíos actuales, sin exclusión, para que todo este progreso, garantice un futuro mejor para todos”, dijo el líder religioso. Este progreso debe ser prestando atención “a las minorías más vulnerables, que son la deuda que toda América Latina tiene”, expresó.
“Para esto, señor Presidente, podrá contar con el compromiso de la Iglesia, para servir al pueblo ecuatoriano”, dijo luego. En un momento, hizo un paralelismo entre Jesucristo y la Iglesia Católica, comparándolos con el sol y la luna, respectivamente. “La luna no tiene luz propia, si la luna se esconde del sol, se vuelve oscura”, indicó el papa Francisco.
“Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios, por lo que hizo, y por lo que hace por ustedes”, expresó finalmente.
Pidió especialmente que se cuide a los niños y ancianos, y a confiar en la juventud.
En su noveno viaje al exterior, que se extenderá hasta el 12 de julio, Francisco pasará por Ecuador, Bolivia y Paraguay, países de mayoría católica y con un historial de pobreza y desigualdad que castiga principalmente a la población indígena.