La flota china no se está retirando; simplemente se está reorganizando La presencia de la flota pesquera china frente a las costas del Pacífico sudamericano se ha convertido en un fenómeno permanente, y su funcionamiento estructural ha transformado drásticamente los equilibrios geopolíticos y ambientales en Chile.
Las imágenes satelitales y el testimonio de expertos indican que China utiliza cada vez más a Chile como un nuevo centro logístico, desplazando antiguos puertos que implementaron controles más estrictos. Durante más de una década, la operación china se ha intensificado, impulsada por subsidios estatales y prácticas cuestionables, lo que ha provocado un aumento sostenido de la actividad.
Montevideo, que fuera un importante centro logístico en el Atlántico Sur, vio disminuir su afluencia anual de buques chinos de más de 300 a aproximadamente 140 tras un accidente industrial que limitó la capacidad del dique seco y una tendencia general hacia controles más estrictos.
Por su parte, tras la detección de pesca ilegal en 2018, Perú implementó un sistema obligatorio de rastreo satelital proporcionado por el Estado. China, que se resiste a los mecanismos de rastreo independientes, respondió dejando de utilizar los puertos peruanos. Perú endureció las normas nuevamente en 2024, cerrando por completo sus puertas.
En este escenario, Chile fue la respuesta, particularmente en sus puertos del norte, como Arica e Iquique. Pasó de cero entradas de la flota china en 2023 a más de dos docenas en 2024, mientras que las entradas en Perú se redujeron de 61 a cero.
China solo utiliza puertos que no los controlan, declaró el especialista en conservación marina Milko Schvartzman, citado por Infobae. Otros expertos sugieren que la repentina disposición de Chile a brindar apoyo logístico no es casual. El cambio es particularmente alarmante porque algunos de los buques que atracan allí, como el Fu Yuan Yu 7871 y el Fu Yuan Yu 7872, han sido sancionados internacionalmente por pesca ilegal, trabajo forzoso y violencia a bordo.
Para las comunidades pesqueras artesanales chilenas, estas embarcaciones extranjeras subsidiadas generan una competencia desigual, ya que la flota china opera prácticamente sin trazabilidad e ignora las normas laborales, mientras que los pescadores locales cumplen con rigurosas regulaciones nacionales. Esta apertura coincide con un debate sobre la profundización de los lazos estratégicos y tecnológicos con Pekín, incluyendo el controvertido proyecto del cable submarino Chile-China Express, que ha generado alerta debido a la posible exposición de datos regionales debido a la Ley de Inteligencia Nacional de China.
El país asiático considera la seguridad alimentaria como una política estatal y utiliza amplios ecosistemas de negociación —incluyendo la conectividad digital y la cooperación portuaria— para asegurar los recursos pesqueros y consolidar su influencia regional.
La proliferación de buques que utilizan banderas de conveniencia (como Vanuatu o Camerún) para ocultar su propiedad y actividades chinas, socavando deliberadamente la capacidad de control de los estados costeros, complica aún más la situación. La evidencia muestra que la flota china no se está retirando; simplemente se está reorganizando.
Con el desplazamiento hacia zonas de importancia ecológica cerca de las aguas de Magallanes, la región enfrenta el desafío constante de contener una de las flotas pesqueras más grandes, opacas y controvertidas del mundo. (Fuente: Infobae)