En respuesta al ataque estadounidense del sábado, el Parlamento iraní aprobó el cierre del Estrecho de Ormuz. La decisión, que podría obstaculizar significativamente el comercio internacional, en particular el petrolero, está pendiente de la aprobación del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán.
El estrecho transporta más del 80% del crudo marítimo mundial, y su cierre podría reducir los suministros mundiales de petróleo entre un 20% y un 35%, lo que podría disparar los precios a 200-300 dólares por barril y causar pérdidas de hasta 5 millones de barriles diarios.
Quienes tienen sabiduría, quienes realmente comprenden a Irán, a su gente y su extensa historia, nunca se dirigen a esta nación con un lenguaje amenazante. Irán no cederá, advirtió el ayatolá Seyyed Ali Khamenei la semana pasada. Los estadounidenses deben entender: cualquier incursión militar de Estados Unidos inevitablemente tendrá consecuencias irreversibles, añadió.
En las Naciones Unidas, China condenó los ataques estadounidenses, mientras que la Guardia Revolucionaria de Irán insinuó que atacaría activos estadounidenses en cualquier lugar.
Los analistas occidentales predicen que, incluso sin un bloqueo total, el aumento en los costos de los seguros contra riesgos de guerra sería suficiente para disparar los precios mundiales del petróleo y la gasolina. Las aguas territoriales de Omán permanecerían abiertas al transporte marítimo, aunque esto no evitaría el impacto económico.
La mayoría de las empresas multinacionales se verían afectadas en cuestión de días debido al agotamiento de los suministros energéticos esenciales para sus operaciones. Los países del Golfo Pérsico, como Qatar y Arabia Saudita, sufrirían enormes pérdidas en su Producto Interno Bruto (PIB) debido a la suspensión de las exportaciones de gas licuado de petróleo.
Mientras tanto, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, insistió en que la misión del sábado no tenía como objetivo un cambio de régimen en Teherán.