Por Mordechai Taji – La semana pasada, un artículo del Washington Post volvió a sacar a la luz la cuestión de que la selección argentina de fútbol no contaba con ningún jugador negro, a diferencia de Alemania, España, Francia y otras escuadras europeas.
El polémico titular del artículo, ¿Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial?, ya implica la suposición de que las cosas deberían ser así, sin explicar en ningún momento por qué.
Firmado por la profesora de la Universidad de Texas Erika Denise Edwards, autora del premiado libro Hiding in Plain Sight: Black Women, the Law and the Making of a White Argentine Republic, el artículo comienza subrayando que la selección argentina de fútbol palidece en comparación en cuanto a su representación negra, como si estuviera en juego algo más que meter el balón en la portería.
Sin profundizar más, resulta llamativo que Negro, que no es más que un color, se escriba con mayúscula inicial como adjetivo propio. Pero, lo mismo que “Blanco” parece ser un tema de estilo del Post.
Edwards recuerda que en 2010, el gobierno de Argentina publicó un censo que señalaba que 149.493 personas, lo que equivale al 1% del país, eran negras y llamó la atención sobre el indiscutible pasado del país: una larga historia de negritud, escribió.
Luego señaló que la mayoría de los esclavos negros reclutados para los ejércitos de la guerra de independencia simplemente desertaron, dejando a ”las mujeres negras en Argentina (...) sin otra opción que casarse, cohabitar o formar relaciones con hombres europeos, lo que llevó a la 'desaparición' de los negros. La columna del WaPo explicaba a continuación que las mujeres negras en Argentina tomaron decisiones concertadas para hacerse pasar por blancas o amerindias a fin de obtener para sus hijos los beneficios que otorga la blancura.
Edwards argumentó que Morocho, una etiqueta inofensiva, sigue utilizándose hoy en Argentina... como forma de distinguir a las personas no blancas.
Quizá el morocho más famoso de Argentina sea la leyenda del fútbol Diego Maradona, insistió Edwards, ignorando que el morocho más famoso fue el cantante de tangos Carlos Gardel, un icono popular tan grande como Maradona. A este último casi nadie recuerda con ese apodo. Sin duda, Gardel no nació en Argentina. Hay dos teorías: una afirma que nació en Francia y la otra que fue en Uruguay.
Volviendo al fútbol, el delantero uruguayo Edinson Cavani fue multado en 2020 por llamar negrito a un amigo en las redes sociales. A los mandamases de la Liga inglesa no les entró en la cabeza que llamar a la gente por su color de piel no tiene ninguna connotación peyorativa por estos lares. Ni Cavani ni su amigo se tomaron el comentario como un insulto. Al contrario, es hasta cariñoso.
Hace algún tiempo, Argentina solía tener un jugador con un color de piel menos pálido que el de Lionel Messi y más cercano al de Kylian Mbappé. Héctor Rodolfo Baley fue arquero suplente durante los Mundiales de 1978 y 1982. Permaneció en el banco durante ambos torneos y rara vez tuvo la oportunidad de saltar a la cancha porque el titular Ubaldo Fillol ni siquiera se resfriaba, recordó Baley en una entrevista reciente.
Según Wikipedia, los apodos de Baley son Negro, Loco y Chocolate, por el que sigue siendo conocido a sus 72 años por los aficionados al fútbol. En su Ingeniero White natal, sin embargo, Baley era Chiche. Fue además el primer portero que detuvo un penalti a Maradona en 1977. Saltó a los titulares por sus intervenciones en la portería, mientras que su raza” nunca fue un tema, probablemente como resultado de la limpieza étnica que Edwards describe con tanta precisión, y que ocurrió incluso décadas antes de que se inventara el fútbol.
El artículo del Washington Post suscitó varios comentarios de aficionados argentinos en las redes sociales. Quizás la respuesta más acertada fue que los jugadores de la selección argentina podrían haber sido elegidos por sus méritos futbolísticos independientemente del color de su piel. Como había ocurrido con Baley.
La columna también olvidó mencionar que las estrellas negras del siglo XXI habían acudido en masa a Europa en busca de prosperidad, lo que también explicaría la ausencia de recién llegados negros o de cualquier color a la Argentina, un país con muy poco que ofrecer, a diferencia de las potencias europeas.