Era martes 25 de mayo de 1982, fiesta patria en Argentina, y en plena guerra de las Falklands/Malvinas se hacía necesario un golpe de gracia a la Fuerza de Tareas británica, la cual a pesar de la pérdida de varias naves de guerra, había logrado desembarcar en San Carlos sobre el estrecho que divide a las dos islas mayores del archipiélago y se había hecho fuerte en tres playas.
Con el propósito de una caza mayor partieron dos Super Etendard de la Marina argentina a la búsqueda de uno de los dos portaviones de la Marina Real, que habría significado de ser alcanzado, un golpe fundamental para revertir la suerte de los combates y la guerra.
Serían las 14:30 cuando se hicieron al aire desde Rio Grande los dos caza bombarderos, cada uno con un Exocet AM 39, cuya letalidad hacía temblar a la Marina Real. Desde Stanley las fuerzas argentinas informan de varias embarcaciones al norte de las Islas, tres menores y una mayor.
Reabastecidos de combustible y volando rasante salieron a la búsqueda de uno de los portaviones que se sabía en las proximidades. Y en efecto los cazabombarderos pudieron ubicar al HMS Hermes que estaba junto al mercante de apoyo, Atlantic Converyor, con aviones, helicópteros, pertrechos, repuestos haciendo el trasbordo de la carga.
Igualmente localizados por un destructor y una fragata, los dos Etendard procedieron a acercarse, elevándose cuando estaban a distancia de disparar y apuntaron al HMS Hermes.
Ante la gravedad de la situación el HMS Hermes inmediatamente viró para esperar de proa los misiles, lanzando contra-misiles y abundantes señuelos que por lo visto no impidieron que impactaran en el Atlantic Conveyor, con su carga de seis helicópteros Wessex, cinco Chinooks para transporte de tropas, catorce Harriers, combustible, municiones, otros equipos y hasta una pista para que se posaran los Harrier de despegue vertical.
Murieron doce tripulantes incluyendo el capitán del mercante, y sobrevivieron dos helicópteros, un Wessex que estaba llevando pertrechos al Hermes y un Chinook, en tanto se preparaban los otros para volar desde la cubierta. Los catorce Harrier ya se habían despachado.
Se desató un incendio infernal alimentado con el combustible y las municiones. La tripulación fue rescatada al Hermes, y tres días más tarde lo que quedaba del carguero incendiado se hundía cuando era remolcado.
Si bien el HMS Hermes logró zafar, la pérdida del mercante y su preciosa carga significó que las tropas británicas tendrían que cruzar la isla Este a pie caminando por turba húmeda y barrosa, unos cien kilómetros con mochilas pesadas y armas, preparándose para los combates en los cerros que rodean Stanley para la batalla definitiva y rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio de 1982.
En tanto los comandantes británicos manifestaron admiración por el coraje, profesionalidad y arrojo de los pilotos argentinos, nunca bien entendieron porque se concentraron en inutilizar fragatas y destructores, cuando la gran debilidad de la Fuerza de Tareas era justamente su línea de abastecimiento para poder mantener a la flota provista de combustible, municiones y alimentos para las tropas.