Sudáfrica atraviesa desde la semana pasada una ola de disturbios y saqueos que ya ha dejado 72 muertos y 1.234 detenidos, se informó este martes.
El Gobierno ha necesitado unir las fuerzas de la Policía y el Ejército para estabilizar las zonas afectadas, donde el vandalismo y la violencia han alcanzado niveles nunca antes vistos en la historia democrática del país.
Las pandillas han asaltado centros comerciales y tiendas, han quemado vehículos y edificios y han bloqueado calles y carreteras en la provincia oriental de KwaZulu-Natal y también en la provincia de Gauteng, donde se encuentran Johannesburgo y Pretoria.
Lo que comenzó como protestas por el encarcelamiento del controvertido expresidente Jacob Zuma (2009-2018) por desacato judicial, se ha convertido en una ola de saqueos y vandalismo indiscriminado de una magnitud que el Presidente Cyril Ramaphosa comparó con la convulsa transición a principios de los noventa, tras el fin del sistema de apartheid.
El camino de la violencia, el saqueo y la anarquía solo conduce a más violencia y devastación. Lleva a más pobreza, más desempleo y más pérdida de vidas inocentes. Esto no es lo que somos como pueblo, lamentó Ramaphosa en un mensaje por radio y TV.
A las 21:00 horas del martes, hora local, el número de muertos era de 72, con 45 óbitos en Gauteng y 27 en KwaZulu-Natal, según la Policía Sudafricana, que también confirmó un total de 1.234 arrestos.
La situación durante la jornada se mantuvo fuera de control en muchos puntos debido a la caótica afluencia de personas, incluso a pesar del despliegue de 2.500 soldados en apoyo de la Policía, que se había visto completamente desbordada por los altercados tanto del martes como de días anteriores.
”El saqueo continúa, por lo que no puedo decir que (la situación) esté bajo control, admitió el jefe del gobierno de Gauteng, David Makhura, en declaraciones a la prensa.
El ministro de Seguridad de Sudáfrica, Bheki Cele, había enfatizado que ningún descontento o circunstancias personales daban el derecho a cualquiera de saquear, destrozar y hacer lo que quiera y violar la ley.
Cele, quien en los últimos días fue blanco de duras críticas por la incapacidad de las fuerzas de seguridad para anticipar y manejar la ola de vandalismo, también advirtió que los muchos afectados por los incidentes -tanto personal como materialmente- no deben hacer justicia por mano propia.
Las autoridades sudafricanas hicieron un llamado a las comunidades y líderes sociales para que la sociedad civil se organice para prevenir y desalentar los saqueos y la violencia.
Los incidentes comenzaron el viernes pasado en KwaZulu-Natal, la provincia de origen del controvertido ex presidente Jacob Zuma, quien el 29 de junio había sido condenado a 15 meses de prisión por desacato judicial, tras haberse negado repetidamente a testificar por corrupción.
Aunque el expresidente se entregó pacíficamente a las autoridades el miércoles pasado, Zuma había insistido previamente en que era víctima de una persecución político-judicial y que la pena de prisión sería para él una pena de muerte.
En este contexto, sus simpatizantes salieron a cortar carreteras como muestra de apoyo. En los días siguientes, estas protestas se extendieron por KwaZulu-Natal y se replicaron en otras áreas, especialmente en la zona de Johannesburgo.
Pero para el fin de semana ya habían evolucionado hacia una ola caótica de disturbios, que más que a motivos políticos está vinculada a problemas sociales preexistentes, como la desigualdad extrema, las altas tasas de criminalidad y el descontento por la pandemia del covid-19.
Lo que estamos viendo ahora son actos de delincuencia oportunista, con grupos de personas que instigan el caos simplemente como una coartada para saquear y robar”, dijo Ramaphosa.
El mandatario ha advertido que la caótica situación repercutirá en la seguridad alimentaria y sanitaria del país, además de representar un duro revés para la recuperación económica y para el avance del plan de vacunación contra el coronavirus.
El Ministerio de Salud confirmó que en las zonas afectadas hubo interrupciones en la inmunización contra el covid-19, pero también problemas de acceso a otros servicios médicos básicos, como medicamentos para la diabetes, el VIH o la tuberculosis.
Los disturbios se producen en el apogeo de una tercera ola agresiva de covid-19 impulsada por la variante Delta, con unos 2,2 millones de infecciones acumuladas y unas 64.000 muertes.