La gigante brasileña Petrobras anunció que planea cerrar sus oficinas en Argentina, Colombia y Uruguay, en el marco de su proceso de desinversión, reducción de su tamaño y venta de activos registrada en los últimos años en estos países. Será, en el caso de la Argentina, el punto final a una aventura que no habrá llegado a cumplir dos décadas.
En junio de 2002, el gigante brasileño desembarcó a lo grande en el mercado local, tras adquirir PeCom Energía, el buque insignia de la familia Perez Companc con presencia en casi todos los segmentos del negocio, por US$ 1.125 millones.
En ese momento, su aspiración era convertirse en un gran jugador de escala regional. Tiempos en los que el presidente de Brasil, Lula da Silva esbozaba el anillo energético de América del Sur, junto con Hugo Chávez y Néstor Kirchner. Y, en el plano local, esperaba destronar a Shell como segundo actor del mercado, con fuertes apuestas de marketing, en el automovilismo deportivo y como patrocinador de Racing y River Plate.
En marzo de 2006 cerró un acuerdo de US$ 2,5 millones anuales con el equipo millonario, River Plate, extendido por dos años en 2010, a cambio de US$ 4 millones. Y terminó acompañándolo en su peor momento, con el descenso en la temporada 2010-11.
En Brasil, su protagonismo en los casos de corrupción de la operación Lava Jato lo arrastraron a una situación financiera delicada, que la obligó a desprenderse de activos para pagar las multas y sanciones derivadas de la investigación judicial. Pero, en rigor, su desinversión en Argentina había comenzado poco antes. En 2010, vendió su refinería de San Lorenzo (Santa Fe), junto a una red de 345 estaciones de servicio. El comprador fue Cristóbal López, que pagó US$ 110 millones para reconvertirlas en su propia petrolera, la hoy desaparecida Oil Combustibles.
Su gran salida, sin embargo, se produjo años después. En mayo de 2016, le vendió a Pampa Energía la totalidad de sus operaciones en Argentina. Pampa pagó US$ 892 millones por un paquete que incluyó una refinería en Bahía Blanca, más de 100 estaciones de servicio, acciones en Transportadora Gas del Sur (TGS), la central térmica Genelba, la hidroeléctrica Pichi Picún Leufú y varias plantas petroquímicas en Bahía Blanca y Santa Fe.
A fines de 2017, Pampa le vendió a la holandesa Trafigura, dueña de la marca Puma, toda la red de estaciones de servicio (más de 250), la refinería en Bahía, la planta de lubricantes de Avellaneda y la terminal de Caleta Paula, por US$ 90 millones.
En noviembre de este año trascendió que Pampa demandó ante el tribunal arbitral de la Cámara Internacional de Comercio a Petrobras por omisiones fraudulentas en la compra de la filial.
El proceso de desinversión que inició la brasileña por Lava Jato se aceleró en 2019, con el gobierno de Jair Bolsonaro.
En el comunicado en el que anunció el cierre de sus oficinas locales, la empresa agregó que concentrará sus actividades comerciales fuera de Brasil en Rotterdam (Holanda), Houston (Estados Unidos) y Singapur, ya que considera a Europa, América del Norte y Asia como los tres principales mercados petroleros del mundo.