Juan Manuel Santos, Dilma Rousseff, Lenin Moreno, Iván Duque, Alberto Fernández, Nicolás Maduro y ahora Luis Arce, el flamante presidente de Bolivia, son lo que un reciente artículo de The Economist llama “proxy presidents”, Mandatarios que llegaron al poder gracias al auspicio de líderes más fuertes que los “hicieron” presidentes.
La cantidad de casos en América Latina es ya significativa y resulta de dos hechos: por un lado, el boom de las materias primas y el crecimiento económico en la primera parte del siglo XXI, que facilitó la emergencia y consolidación de liderazgos populistas fuertes, y por el otro los límites legales a la cantidad de mandatos, que no quisieron o no pudieron quebrantar, optando entonces por auspiciar un candidato propio, un sustituto.
El artículo arranca con el caso más reciente, Luis Arce, el Presidente boliviano, quien ya ha dicho que Evo Morales no tiene ninguna función en su flamante gobierno. The Economist, sin embargo, se permite dudar. Menciona que, el día que asumió Arce, Evo llegó desde la Argentina y fue recibido por “masas que lo adoran”. Y aunque consigna que Arce designó en su gabinete a solo un ministro (el de Defensa) ligado a Morales, recuerda que éste gobernó 13 años como “un socialista crecientemente autoritario” y que, según muchos bolivianos, en poco tiempo estará “respirándole en la nuca” al nuevo Presidente.
Otro caso reciente, dice la revista, es el de Alberto Fernández, que en 2019 aceptó un arreglo con Cristina Fernández de Kirchner -a quien no lo une ningún parentesco, se aclara en la nota- para ganar la elección presidencial con ella como candidata a vicepresidente. Y el próximo puede ser Ecuador: Rafael Correa, el hombre fuerte del país entre 2007 y 2017, quiere volver al poder a través de un “sustituto”, Andrés Arauz.
El problema es que a veces el “gambito” no sale del modo en que se esperaba. Lenin Moreno, el actual Presidente de Ecuador, fue vice de Correa y tuvo su auspicio, pero cuando asumió se convirtió en un duro crítico de su ex jefe y durante su gobierno Correa, que vive en Bélgica, fue condenado “en ausencia” por corrupción.
Similar, pero no igual, fue el caso de Alvaro Uribe, que tras dos mandatos como hombre fuerte de Colombia apoyó la candidatura de su ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, quien se convirtió en su principal enemigo. En Brasil, Lula da Silva eligió a Dilma Rousseff para que “le tenga calentito el sillón presidencial”, a la espera de su tercer mandato, pero después Dilma maniobró y accedió ella a la reelección, pero fue removida por un juicio político por no respetar las leyes de responsabilidad fiscal.
El problema puede ser aún peor si el candidato o la candidata sustituta acepta las reglas del hombre o la dama fuerte, porque pasa a ser un presidente débil, mientras su auspiciante ejerce el poder sin responsabilidad. Para The Economist, esos son los casos de Colombia, con Iván Duque, y de la Argentina, con Alberto Fernández.