Diversas reacciones ha generado la polémica columna de la editora del Wall Street Journal, Mary Anastasia O´Grady, quien critica el proceso constitucional de Chile titulando su columna como “La misión suicida de Chile”.
Pero en los medios norteamericanos hay quienes celebran el Plebiscito que se realizará el próximo domingo. Uno de ellos es Michael Albertus, profesor de la Universidad de Chicago quien en una columna en The New York Times desmenuza el proceso, el cual indica que puede servir de ejemplo.
En el texto denominado: Será Chile una verdadera democracia? ,asegura que los ciudadanos de otros países deberían seguir el ejemplo de Chile, argumentando que los antecedentes de su investigación (escribió el libro Authoritarianism and the Elite Origins of Democracy”) dan cuenta que más de dos tercios de los países que han transitado hacia la democracia desde la Segunda Guerra Mundial lo han hecho bajo Constituciones escritas por un régimen autoritario saliente.
La persistencia del autoritarismo por vía constitucional en una democracia es una receta para la desigualdad y el descontento democrático, indica en la columna, añadiendo además que las democracias con Constituciones promulgadas en épocas autoritarias tienen sistemas de transparencia y rendición de cuentas frágiles y una participación ciudadana insuficiente en la formulación de políticas.
El académico asegura que la desigualdad en Chile está en un nivel similar al de la época de Pinochet en tanto que el tráfico de influencias por parte de los ricos —algunos de los cuales adquirieron sus fortunas por medio de conexiones con Pinochet y la privatizaciones de empresas estatales— es ubicuo.
Esta mezcla tóxica explotó hace un año desatando manifestaciones callejeras generalizadas que trastocaron la reputación que el país se había forjado como un modelo de estabilidad y progreso en América Latina a lo largo de cuatro décadas de economía de mercado, dijo.
Sobre la elaboración de una nueva Carta Magna, Albertus señala que el proceso podría llevar a un documento que acerque más el liderazgo al pueblo con una descentralización del sistema político y la introducción de mecanismos formales de consulta ciudadana y referendos. Critica además que la Constitución del 80, ya que apunta a que Chile es un ejemplo de cómo los dictadores que redactan constituciones pueden dejar de lado los intereses del pueblo.
Además quita dramatismo a los efectos adversos que una periodo constitucional pueda tener para el país, ya que asegura que el proceso de reforma no necesariamente tiene que descarrilar el estatus de Chile como una fuerza económica en la región, ya que a su juicio un sistema político más inclusivo que promueva los intereses de la mayoría de sus ciudadanos también puede beneficiar a los empleadores mediante estabilidad política y una fuerza laboral más feliz y saludable”.