La masacre de nueve estadounidenses ha asestado un nuevo golpe al objetivo del presidente mexicano de liberar a su país de la injerencia extranjera, involucrándolo en una creciente crisis de seguridad justo cuando su par estadounidense, Donald Trump, busca la reelección.
El lunes, hombres armados mataron a tres mujeres y seis niños de una familia mormona mexicoamericana en el norte de México, lo que llevó a Trump a ofrecer ayuda al presidente Andrés Manuel López Obrador para hacer frente a los narcotraficantes a los que culpó por la emboscada.
El incidente aún está bajo investigación, pero las palabras de Trump revivieron las advertencias que hizo durante su carrera a la presidencia en 2016, cuando acusó que de México llegaban “hombres malos” a Estados Unidos.
Un aficionado a la historia que hace frecuentes referencias a las invasiones de Estados Unidos y Francia a México, López Obrador persigue una visión económica nacionalista y está firmemente comprometido con una política de no intervención en los asuntos de otros países.
Pero en sus tratos con Estados Unidos se ha visto obligado repetidamente a satisfacer a Trump. Hace cinco meses, Trump respondió a un aumento de la inmigración ilegal a Estados Unidos amenazando a México con aranceles si no contribuía a contener el problema.
El mandatario mexicano, conocido como AMLO, desplegó a su recién creada Guardia Nacional, algo que Trump asegura contribuyó a una fuerte caída en la detención de inmigrantes ilegales en la frontera entre ambos países.
Después del episodio migratorio, los asesinatos le darán a Trump más influencia sobre México mientras se prepara para la reelección, dijo Gustavo Madero, un senador opositor.
“Ya marcaste el camino para poder utilizar ese mismo recurso ahora con las drogas, ahora no sólo con los migrantes, para poder obligar a México en el momento en que Donald Trump quiera imponerle condiciones distintas”, dijo Madero.
La masacre de las mujeres y los niños, que pertenecían a familias de comunidades mormonas separatistas establecidas hace décadas en los estados norteños Sonora y Chihuahua, fue la última de una serie de asesinatos que sacudieron a México.
Los homicidios estaban en niveles sin precedentes cuando el izquierdista López Obrador asumió el cargo en diciembre, comprometiéndose a frenar la violencia. Sin embargo, las muertes están camino a superar el récord de 2018 de más de 29,000.
Una impactante serie de asesinatos ha aumentado la preocupación en el país y en el extranjero por la estrategia de seguridad de AMLO, que se ha centrado en atacar sus causas -pobreza y bajos salarios- y la creación de una nueva fuerza policial militarizada: la Guardia Nacional.
Sin embargo, ese enfoque sufrió un revés el mes pasado cuando estallaron enfrentamientos armados en la ciudad norteña Culiacán durante un fallido intento de las fuerzas de seguridad para capturar a un hijo del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien purga condena en Estados Unidos.
La mañana después de los asesinatos, Trump instó a López Obrador a llamarlo para que los dos pudieran perseguir conjuntamente a los responsables de los asesinatos en Sonora.
Cuando se le informó acerca de los tuits de Trump, AMLO dijo en una conferencia de prensa que creía que México podría manejar el caso sin intervención de un “gobierno extranjero”.
“Es un asunto que nos corresponde a nosotros atender, al Gobierno de México, de manera independiente y haciendo valer nuestra soberanía”, aseguró.
Pero rápidamente llamó a Trump y le agradeció por su oferta de ayuda, mientras repetía su mantra de que el problema de la violencia en México no se podía frenar con más violencia.
Para entonces, algunos senadores republicanos de Estados Unidos ya pedían a AMLO que prestara más atención a su vecino. “La dura realidad es que México está peligrosamente cerca de ser un estado fallido”, dijo Ben Sasse, senador de Nebraska