Profesores y estudiantes brasileños, en pie de guerra contra los bloqueos de recursos anunciados por el gobierno de Jair Bolsonaro en las universidades, convocaron a una jornada de huelgas y marchas “en defensa de la educación”.
“Estudiantes de secundaria, universitarios, posgraduados, profesores y trabajadores de la educación van a ocupar calles y aulas en todos los estados de la federación, contra los recortes de 30% en las instituciones federales”, anunció la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), uno de los principales gremios de alumnos universitarios.
El movimiento, centrado en establecimientos federales, ganó la adhesión de instituciones privadas, como la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-Rio), que en una asamblea general votó la semana pasada “la paralización de actividades” y su participación en las marchas.
“Las universidades hacen visible aquello que muchos tratan de ocultar. Los planes inconfesables. Los artistas de la violencia que actúan en nombre del Estado. Por eso quieren destruirla”, afirmó un comunicado emitido después de esa asamblea.
La UNE prevé manifestaciones en todos los estados brasileños. En Brasilia, tropas federales se desplegaron frente al ministerio de Educación, en previsión de posibles disturbios, aunque “no existan hasta ahora preocupaciones mayores”, afirmó el portavoz presidencial, Otávio Rêgo Barros.
La agitación se hizo oír en el Congreso. La Cámara de Diputados, pese a tener una mayoría oficialista, aprobó por 307 votos a favor y 82 en contra la convocatoria del ministro de Educación, Abraham Weintraub, para dar explicaciones este mismo miércoles “sobre los recortes de presupuesto de las universidades públicas y de institutos federales”.
Bolsonaro seguirá los acontecimientos desde Dallas (Texas, Estados Unidos), donde el jueves será condecorado como figura del año por la Cámara de Comercio Brasil-Estados Unidos.
Desde la llegada de Bolsonaro al poder, la educación se convirtió en un terreno de conquista designado para los sectores más conservadores del electorado del exmilitar, decididos a extirpar cualquier vestigio de “marxismo cultural” de las aulas.
El bloqueo de fondos -un 30% sobre los gastos no obligatorios- fue anunciado inicialmente como un ajuste contra tres universidades que acogieron debates con figuras de izquierda y que fueron acusadas por Weintraub de “sembrar el desorden”.
Ante las reacciones negativas, el ministro -el segundo al frente de esa agitada cartera en menos de cinco meses- extendió rápidamente la medida a todas las instituciones federales y adujo, ejemplificando el caso con decenas de pequeños chocolatines, que los fondos congelados representaban apenas un 3,5% del presupuesto total.
La iniciativa, que compromete miles de becas para estudiantes de bajos ingresos así como el pago de las cuentas de luz, agua, servicios de limpieza y seguridad, fue la gota que hizo desbordar el vaso.
Cientos de estudiantes y profesores protestaron el 6 de mayo en Rio de Janeiro frente a un colegio militar que recibía la visita de Bolsonaro, empuñando cuadernos y pancartas al grito de “¡La educación no es limosna, quita tus manos de mi escuela!”.