“Ortega y Somoza, son la misma cosa” gritaban manifestantes en Nicaragua desde la semana pasada en contra del gobierno de Daniel Ortega, luego de que el anuncio de una reforma de la Seguridad Social desatara una oleada de protestas marcadas por la represión y uso excesivo de fuerza por parte de las autoridades. Hasta el momento, organizaciones de derechos humanos anunciaron que han fallecido al menos 30 personas en las manifestaciones, entre las cuales hay estudiantes, policías y un periodista. Esta sorpresiva oleada de protestas civiles sugiere comparar la crisis del país centroamericano con la que vive la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro desde hace años.
A pesar de que la reciente oleada de protestas en Nicaragua no tiene –en su origen– un gran parecido con las protestas que terminaron con 157 muertos en Venezuela durante el 2017, la manera en que los manifestantes ocupan espacios públicos y las fuerzas de orden público reprimen son parecidas.
Tanto en el caso nicaragüense como venezolano, los manifestantes son jóvenes, en su mayoría estudiantes que, en su mayoría, no muestran afinidad con ningún partido o ideología política. Ambos se muestran combativos y se les ha visto armando barricadas en las calles desde las cuales se defienden del ataque de las autoridades.
Tras varias muertes a causa de heridas de bala durante las protestas, las fuerzas policiales en Nicaragua han sido acusadas de portar armas de fuego en manifestaciones civiles. Así como de usar métodos de tortura a los manifestantes detenidos e ingresar, disparando armas de fuego, a recintos universitarios causando la muerte de cuatro estudiantes de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).
“Los policías nos esposaron mientras machucaban nuestras manos cuando nos quejábamos”, declaró un manifestante liberado este martes que había sido detenido en una protesta y había sido trasladado a la cárcel La Modelo de Managua. “Nos arrastraron y nos patearon en el patio hasta que llegamos dentro y los mismos reos nos ayudaron”.
Excesos de fuerza parecidos fueron vistos durante las oleadas de protestas de los años 2014 y 2017 en Venezuela, donde organizaciones como Amnistía Internacional denunciaron graves violaciones a los derechos humanos por parte de la Guardia Nacional Bolivariana.
Tanto Nicolás Maduro como Daniel Ortega han sido acusados de ejercer mandatos autoritarios en los que han acaparado todos los poderes públicos con el fin de protegerse políticamente. Sin embargo, Ortega revocó el domingo la resolución sobre Seguridad Social que provocó las protestas en Nicaragua mientras que su homólogo venezolano respondió, tras tres meses de manifestaciones en todo el país, instaurando una Asamblea Nacional Constituyente compuesta únicamente por integrantes oficialistas.
A pesar de que Ortega revocó la resolución sobre Seguridad Social, las protestas no se detuvieron y ahora claman por la renuncia del mandatario nicaragüense. Tanto estudiantes como representantes de la oposición explicaron que la seguridad social ya no es el tema, sino la libertad de expresión, la corrupción, y tantos otros, como afirmó la presidenta del Frente Amplio por la Democracia (FAD), Violeta Granera.
Sin embargo, la reacción retórica del gobierno de Nicaragua no es tan diferente a la que tomó el gobierno venezolano en su momento. Ortega denuncia a organizaciones de derecha internacional de orquestar un complot para sacarlo del poder y las responsabiliza de las muertes causadas. “¿Tanta sangre derramada y no les basta? Parecen vampiros reclamando sangre para nutrir su agenda política”, declaró la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo. Maduro también se pronunció sobre el tema, advirtiendo en medio de su campaña para las elecciones presidenciales del 20 de mayo en su país que “Ortega enfrenta una emboscada violenta que ya le ha hecho daño al pueblo venezolano y ahora lo hace al nicaragüense (...) La sabiduria del comandante Daniel Ortega va a trinfar por encima de la emboscado que han montado estos grupos violentos”.