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Venezuela: Sin ponerle pausa

Martes, 27 de marzo de 2018 - 19:06 UTC
Según Caritas Venezuela, los niños son las primeras víctimas de la crisis alimentaria y social en Venezuela. Foto: EFE Según Caritas Venezuela, los niños son las primeras víctimas de la crisis alimentaria y social en Venezuela. Foto: EFE

En una evocación de anhelados recuerdos, me traje un montón de álbumes y casetes en VHS de casa de mi mamá. Hay un video en particular que me encanta; uno donde salgo dándole palo a la piñata. Venezuela, Parque Vinicio Adames, 1996. Una torta con arequipe. Golosinas. Payasitas llenas de témpera. Yo parecía un muñequito de colección, como si fueran a tomarme una foto de fin de año escolar. Lucía bonito, más o menos como arreglan, todos los domingos, a las criaturitas que ocupan las literas de “Las Villas de los Chiquiticos”, ubicada en la caraqueña avenida Río de Janeiro. A los varoncitos se les viste con camisa de cuello y, a las hembritas, se les echa gelatina de escarcha en las trencitas del pelo. A ellos se les prepara para el día de visitas y no para una fiesta de cumpleaños. Es la única ocasión donde se les rinde homenaje en esa triste infancia; en ese despecho feroz y deshumanizante que representa el camino a la adultez.

“Intentamos que sean lo más feliz posible”, me escribió una de las trabajadoras sociales por correo electrónico, con quien conversé un par de veces. Decidí contactarla después de toparme con esos titulares que te roban las ganas de desayunar. “En el distrito Sucre de Caracas, ocho bebés fueron abandonados en diversos hospitales y espacios públicos”. Recuerdo que lo leí tres veces. Luego fui por un café, me lavé la cara y volví a releerlo. “Abandonados”. “Bebés”. Palabras que se reflejaban en los cristales de mis lentes. Sentí nostalgia no por lo que ya está, sino por un futuro de esperanzas incumplidas. ¿Quién de aquellos neonatos nos gobernará mañana?, ¿cuál de todos logrará zafarse del rencor?, ¿cuál de ellos nos estafará?, ¿quién nos tenderá la mano? Sí. Somos una nación de ciudadanos huérfanos, entregados todos en adopción a sus propios asesinos y verdugos.

¿Cómo nos pasarán factura estos destetados sobrevivientes?

Sin embargo, al país, como a los familiares, se le aprecia no tanto por ser bueno -o propio-, y se le idealiza como a los seres queridos. Buscamos con ahínco lo que nos falta; lo que sentimos que dio significado positivo a nuestro colectivo pasado. O a eso que fuimos y ya no seremos. Otro correo electrónico. La mujer me dice que, comparado con el 2016, donde nada más recibió veintiséis solicitudes de reubicaciones de niños en su institución, el 2017 cerró con casi ciento cincuenta. “En el transcurso del 2018 podrían fallecer unos 280.000 niños por desnutrición”. Cifras que van traduciéndose en las largas listas de espera que reposan sobre su escritorio. Y cabe destacar que “Las Villas de los Chiquiticos” es una de los orfanatos más grandes de Venezuela. Hasta hace poco, sus habitaciones habían estado parcialmente vacías. Los casos que se procesaban cada año, eran esporádicos. Abuso sexual, maltrato. Orfandad por muerte de los progenitores. Ya sabes, excepciones.

“Al pensar en más barrigas inocentes y más cuerpitos huesudos que llegan, me desespero. Me hierve la sangre. Pierdo fuerzas”.

Mi mamá era fanática de los parques. Cerca de la fecha de mi cumpleaños, ponía cuchillos cruzados en la ventana para evitar que lloviera ese día. Me quería hacer feliz; dármelo todo. Ser el número uno en pintarse la carita, en ganarse las rifas, en tumbar la piñata y en picar y comerse el pedazo de torta. Es que el mundo luce tan perfecto en algunos instantes de la vida, tan afable. Como debe serlo a esa edad. Pero el casete se tranca; hay un buen trazo del video que está perdido, que se deterioró por los años. Desde el momento en que los caramelos caen al piso hasta cuando soplé la vela y la gente me está abrazando, son sólo manchas. Y la grabación se apaga. Fin. El televisor queda negro, negro como las épocas posteriores, como la seguridad, como la aceptación plena de quienes somos actualmente.

Según la organización Caritas de Venezuela, los niños son las primeras víctimas de la crisis alimentaria y social por la que atraviesa este raquítico país. “50.000 ciudadanos tienen su vida comprometida para el primer trimestre de este año debido a la desnutrición, que de seguro vienen padeciendo desde el 2015”, alertan los especialistas. “Una caída al vacío”. Los niveles generales de hambre están aumentando, y entre los más pequeños ha superado el umbral de la zona roja.

Lo último que recibí de la trabajadora social fue una serie de fotografías. A partir de allí, no volvió a responderme. Le había pedido que por favor me ilustrase con imágenes. Más vale que no. La primera que descargué era la de una casa de ladrillos con un patio de cemento; en el medio, un tobogán sucio y desgastado. Desierto, sin nadie que estuviera jugando, riendo, divirtiéndose. En la segunda, pares de zapaticos blancos, acomodados en una repisa de madera. Lustrados, más blancos de lo normal. Como si alguien los hubiera fregado con jabón hasta sacarles dignidad, apariencia a recién comprado. Pero fue en la tercera foto donde concentré toda mi atención. Por horas. Era el retrato de una adolescente de piel morena y pómulos hinchados; con ropa desteñida, sin combinación. Estaba apretujando a una niña en su pecho, tan fuerte que se notaba en la expresión de su rostro. De pronto, fue como si ella se volteara, de cara a mí, y me hablase. ¿Qué otra cosa puedo hacer? ¿Qué vendrá ahora que me separo de mi chama? Cónchale, ¿quién me da trabajo? ¿Y si grito? ¿Qué comeré cuando llegue a mi casa?

Pero no supe qué contestarle. Me sentí egoísta. Egoísta porque yo sí tengo un video de recuerdos felices al cual recurro cada vez que me viene esa insaciable sed de afecto. Le pedí disculpas, pero no creo que ella me haya escuchado. Entonces apagué la laptop y me fui a hacer otro café. A seguir meditando, antes que, como en el casete, los pensamientos se me convirtiesen en manchas.

Por Hist. Gianni Mastrangioli

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Categorías: Política, Venezuela.