Por Ben Lyster-Binns (*) La Magna Carta, que significa la Gran Carta, es uno de los documentos más famosos en el mundo. Fue emitida originalmente en Runnymede al oeste de Londres el 15 de junio de 1215 por el rey Juan de Inglaterra. La Magna Carta estableció por primera vez el principio fundamental de las democracias modernas de que todos, hasta el propio rey, debían atenerse a las leyes.
Aunque casi un tercio del texto original fue eliminado o cambiado sustancialmente entre 1215 y 1225, y casi todas las cláusulas han sido derogadas en los tiempos modernos, la Magna Carta continúa siendo la piedra angular de la constitución (no escrita) británica.
Sólo cuatro copias de la Magna Carta de 1215 existen todavía: una en la Catedral de Lincoln, otra en la Catedral de Salisbury, y dos en la Biblioteca Británica en la ciudad de Londres.
Se dice que la Magna Carta compite con el idioma inglés como la mayor exportación británica al mundo. Conserva un enorme poder simbólico como antigua defensa contra gobernantes arbitrarios y tiránicos y como garante de las libertades individuales. La Magna Carta consagró el Estado de Derecho en la sociedad británica: limitó el poder del gobierno autoritario, preparó el camino para los juicios con jurado, proclamó ciertas libertades religiosas y definió un límite a los impuestos.
Durante siglos, ha influido en el pensamiento constitucional en todo el mundo, incluyendo a Francia, Alemania, Japón, Estados Unidos, India y en muchos países de América Latina y África. Sus palabras han inspirado a activistas, reformistas y legisladores, desde Thomas Jefferson y Mahatma Gandhi hasta Nelson Mandela.
Las constituciones de muchos países también incluyen ideas y frases que se pueden remontar directamente a este gran documento histórico.
Tal vez el legado moderno más importante de la Magna Carta es su influencia tanto en el lenguaje como en la intención de las cartas internacionales contemporáneas en materia de Derechos Humanos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en 1948, se hizo eco de las cláusulas de la Magna Carta en materia de libertad de circulación, la detención arbitraria y el juicio por jurados.
Actualmente, la Magna Carta es evocada y citada siempre que las libertades básicas se ven amenazadas por gobiernos recelosos. Los principios establecidos en la Magna Carta han impulsado la primavera árabe y otras protestas contra el despotismo en distintas partes del mundo. Estos principios, con el poder de internet y las redes sociales para difundirlas, sin duda seguirán teniendo gran influencia donde la libertad y el estado de derecho estén amenazados.
En el Reino Unido, y alrededor del mundo, se están organizando varios eventos para celebrar los 800 años de la Magna Carta. En febrero de 2015, se realizó en Londres una Cumbre Mundial de Derecho. Más de 2.000 delegados incluyendo a abogados, funcionarios gubernamentales y empresarios internacionales se reunieron para discutir acerca de negocios, leyes jurisdiccionales y soluciones. El centro de los festejos ha sido un evento de conmemoración en Runnymede Meadows el 15 de junio con la presencia de Su Majestad la Reina Isabel II y otros miembros de la familia Real.
En conclusión, a pesar de sus 800 años, la Magna Carta sigue siendo un potente símbolo de los valores que respaldan el sistema democrático británico. Su codificación de derechos y responsabilidades son los pilares que forman nuestra sociedad democrática y se encuentra disponible para todos los países libres que aspiran a un futuro más próspero. Este 800º aniversario es una oportunidad para fortalecer los derechos humanos en todo el mundo. Es el tiempo para conmemorar los derechos individuales que disfrutamos hoy en día. Celebremos este regalo del Reino Unido al mundo y la inspiración inigualable que ofrece a la defensa de nuestra libertad colectiva.
(*) Embajador de Gran Bretaña en Uruguay
Artículo publicado originalmente en El País