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Uruguay celebró 30 años de democracia con la segunda asunción de Vázquez

Martes, 3 de marzo de 2015 - 00:30 UTC
Vázquez y Mujica se abrazan efusivamente luego que este le colocara la banda presidencial Vázquez y Mujica se abrazan efusivamente luego que este le colocara la banda presidencial

Con la asunción este domingo del presidente Tabaré Vázquez, por segunda vez, Uruguay celebró treinta años de democracia ininterrumpida, cumplida con la rotación de las tres principales fuerzas políticas en el poder, no poco mérito en un continente donde la re-elección (hasta indefinida) se ha convertido en la norma para muchos gobiernos tentados por el populismo.

 Mérito exponencial que habla además de la solidez institucional de Uruguay si tenemos en cuenta que ninguna de las tres fuerzas políticas, ni dos de los presidentes que han repetido, Julio María Sanguinetti (1985/1990 y 1995/2000) y el propio Dr. Vázquez (2005/2010 y 2015/) siquiera han planteado la opción de una reforma reeleccionista, más bien lo contrario. Como tampoco en los treinta años han faltado ocasiones de extrema vulnerabilidad como lo fue por ejemplo la corrida bancaria y desplome financiero del 2001/2002, contagio de una de las recurrentes crisis argentinas, pero que el compromiso democrático de Uruguay permitió sortear con habilidad e ingenio.

El oncólogo Vázquez pues recibió el domingo de su antecesor, el popular José Mujica, un país que según sus propias palabras le brinda una segunda oportunidad pero que enfrenta circunstancias algo distintas a aquellas del 2005. En ese año, Uruguay terminaba de sortear con éxito y reconocimiento internacional el desplome financiero del 2001/02, tenía las cuentas en orden, un presupuesto equilibrado, empresas del estado superavitarias y la economía en claro auge, eran las primeras señales de la disparada de los precios internacionales de los commodities con los cuales tropezó el primer gobierno del presidente Vázquez.

Al final de esos cinco años, a las palmas por haber quebrado el predominio de los llamados partidos tradicionales en Uruguay (Colorado y Nacional), a los cuales derrotó por mayoría absoluta en 2005, Vázquez concluyó en 2010 con un índice de popularidad mayor al de la partida y con una economía que no cesó de crecer al impulso de las excelentes condiciones y precios de las materias primas con que la voracidad china benefició a los países productores. Fueron años en que la abundancia de recursos permitió encubrir diferencias políticas dentro de la coalición de gobierno.

Empero ahora las circunstancias presentan otro panorama: desborde del gasto público, considerable déficit presupuestal, empresas del estado con necesidad de asistencia del gobierno central, en un entorno internacional aún fuerte pero nada floreciente como una década atrás y que plantea serios problemas de competitividad a la economía uruguaya. En el plano político el fuerte crecimiento y la identificación ideológica con el gobierno permitió una presencia preponderante del movimiento sindical, en los hechos más poderoso que el propio legislativo donde la coalición de gobierno se acostumbró a operar con su mayoría absoluta, y lo condujo a series choques con el Poder Judicial por la cuestionada constitucionalidad de varias leyes.

También se intensificaron las diferencias y liderazgos dentro de la propia coalición. Por un lado un enfoque más populista, sin mucha consideración por el gasto pues el cometido de ese desembolso era el 'correcto', en tanto otro más prudente acorde con el alcance de los dineros públicos. Estas diferencias se acentuaron con la popularidad del saliente Mujica y su estilo desgarbado y nada docto traducidos en una clara mayoría dentro de la propia coalición de gobierno. En otras palabras el ahora senador Mujica es el grupo con mayoría de diputados y senadores en el legislativo uruguayo, por tanto es un referente de consulta obligatoria y así se lo ha hecho saber públicamente a Vázquez, respecto a algunos programas y cometidos que considera 'vacas sagradas'.

No sería de extrañar por tanto si Vázquez se viera obligado a negociar con la oposición algunas partes de su anunciado programa, que tuvo en general una buena aceptación, y que puede no sean potables al resto de la coalición.

Por tanto los siguientes meses han de ser determinantes en dos aspectos, por un lado en mayo se celebran elecciones municipales y la Senadora Lucía Topolansky y esposa de Mujica aspira al sillón municipal de Montevideo, que representa la mitad del cuerpo electoral uruguayo. Si efectivamente lo alcanza apelando a la militancia y una campaña con su marido al frente, muy probable, Mujica afirmaría aún más su poder.

El otro tema es el presupuesto nacional, en el cual se deben instrumentar los recursos para el programa de promesas anticipadas en su discurso por Vázquez en la alocución por cadena de radio y televisión el domingo por la noche, y que será timoneado por el ex vicepresidente y nuevamente ministro de Economía Danilo Astori, una figura afín a la ortodoxia económica y referencia de estabilidad para los inversores internacionales. Para mediados de año el presupuesto quinquenal ya tiene que estar redactado y prácticamente negociado. Y en Uruguay constitucionalmente cualquier nuevo gasto debe corresponderse con necesario recurso.

A pesar de su popularidad, y su barra de aliento internacional por su exitismo y vida austera (en términos uruguayos el ex presidente goza de un cómodo patrimonio), Mujica deja muchos problemas a su sucesor: persisten los desafíos en educación, salud, seguridad pública, una lista de proyectos mayores inconclusos como el de la explotación del hierro, puerto de aguas profundas, el tren, y las consecuencias de una solidaridad internacional quizá demasiado apresurada como fue la de recibir familias sirias y prisioneros de Guantánamo.

Pero Vázquez quien también tiene su carácter y del primer momento marcó la cancha: designó su gabinete sin consultar a Mujica (algunas designaciones fueron criticadas por la Senadora Topolansky), impuso el riguroso traje y corbata, su toma de posesión del cargo fue muy austera respecto a diez años atrás, y en su discurso ante la asamblea general enfatizó sobre los valores, los deberes y responsabilidades, y la epopeya del prócer nacional José Artigas resaltando su compromiso con principios básicos de libertad, democracia, tolerancia, igualdad, a la vez que criticó a quienes lo terminaron traicionando y obligándolo a exiliarse. E identificó como principal verdugo a la persona de Sarratea, un personero de Buenos Aires que quería el sometimiento total de la Banda Oriental y no tuvo empacho en invitar y asociarse con Portugal (Brasil) para terminar con el revolucionario Artigas, hombre blanco pero quien pasó gran parte de su vida entre los indios.

Vázquez se cuidó mucho en su discurso de no mencionar los embates de Brasil en la historia uruguaya, pero no fue así con Argentina. Después de todo Brasil, junto a China, es el principal socio comercial de Uruguay, y la presidenta Dilma Rousseff estuvo dos días en Uruguay. En cambio desde Buenos Aires llegó como emisario de buenos augurios el vicepresidente Amado Boudou, que carga con varios procesos por corrupción y una fuerte rechifla confirmó cuán amado es, e igualmente con toda seguridad quien lo enviara.