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Falklands/Malvinas: Muy al sur de todas las cosas

Viernes, 13 de febrero de 2015 - 12:55 UTC
Un efecto colateral de la guerra de las Malvinas en 1982 fue el fin del régimen de facto que gobernó Argentina desde 1976. Un efecto colateral de la guerra de las Malvinas en 1982 fue el fin del régimen de facto que gobernó Argentina desde 1976.
‘‘Invertí 200 libras para alcanzar el cargo, aquí nos conocemos todos y el costo de campaña es bajo’’ afirma Dr. Elsby miembro de la Asamblea legislativa ‘‘Invertí 200 libras para alcanzar el cargo, aquí nos conocemos todos y el costo de campaña es bajo’’ afirma Dr. Elsby miembro de la Asamblea legislativa

Si como tal entendemos lo distante, lo distinto, lo desconocido, las islas Falklands o Malvinas, dependiendo desde donde se lea y cómo se lea, podríamos decir que se encuentra en un territorio poco conocido hasta la guerra que la puso en el mapa el 2 de abril de 1982.

 Los argentinos con el nacionalismo y las copas de whiskies en la mano del General presidente Leopoldo Fortunato Galtieri decidieron invadir estas Islas llenas de piedras y de ovejas sin medir las consecuencias de su acción intemperada.

Aquello acabó pocos meses después, pocos en realidad: en junio. Acabó con la rendición del General Menéndez y luego con el fin de la larga dictadura argentina y sus 35 mil desaparecidos y muertos.

Un efecto colateral de esa guerra fue el fin del régimen de facto que gobernó Argentina desde 1976. Esa guerra costó 250 ingleses muertos, 3 isleños y una cantidad desconocida hasta hoy de argentinos.

La isla en realidad es un conjunto de ellas: unas 700 personas que viven de la pesquería (un 10% de la producción mundial del calamar sale de aquí), del turismo -que como esas aves migratorias trae a más de 50 mil de ellos a estos lejanos parajes del Atlántico Sur, por aire y por agua. Tres mil quedan a mover la economía de Puerto Stanley y algunos pequeños centros donde se concentran los menos de 3 mil habitantes de esta Islas cuyo salario mínimo es de casi 8 libras esterlinas por hora.

El 10% de la población es chilena que puede conectarse una vez a la semana con Punta Arenas en el vuelo de Lan Chile. Los demás deben esperar el avión militar británico que hace el vuelo dos veces por semana desde Londres, unas 18 horas con escala en la Isla de Asunción en medio del Atlántico. El pasaje cuesta: 1.500 libras esterlinas. Casi lo mismo vía Chile con escala previa en Punta Arenas y Santiago.

Las islas tuvieron un referéndum en el año 2013 que según me explica el miembro de la Asamblea electa de las Islas, el Dr. Barry Elsby, tuvo un acatamiento altísimo donde el 99,8% quiso que las cosas continuaran como hasta ahora: un gobierno autónomo con garantías de seguridad internacional del Reino Unido que gasta el 0,04% de su presupuesto militar en mantener sus unidades en territorio isleño.

La otra opción era la soberanía plena y un segundo referéndum si triunfara en la primera, la opción de ser parte de otra nación. La cuestión es clara: aquí viven ciudadanos de todo el mundo aunque para ser parte de las islas habría que vivir 3 años como residente y luego unos 5 más para aplicar a ser sujeto con voz y voto.

Los hay de 50 nacionalidades que trabajan en oficios tan particulares como el de desmontar las miles de minas terrestres dejadas por el ejército argentino. Les llevará unos 20 años y la tarea es realizada por africanos y pagada por los británicos.

Hay mucho viento en las islas y estamos en verano. El viento es un negocio que genera el 40% de la energía que consumen los Isleños. El resto es derivado de combustible fósil: diesel.

El Dr. Elsby es un simpático médico galés que decidió en 1990 venir a trabajar como generalista en el hospital de Puerto Stanley, finalmente se quedó y desde noviembre ocupa una de las 8 sillas de la Asamblea Legislativa de las Islas Falklands, así dice su tarjeta al tiempo que me cuenta que dejó el ejercicio profesional para ser un político profesional en noviembre pasado.

‘‘Invertí 200 libras para alcanzar el cargo, aquí nos conocemos todos y el costo de campaña es bajo’’ –me comenta al tiempo de confirmarme que como miembro de la Asamblea gana 40 mil libras por año. Un maestro que se dedica a una empresa de pescados al mismo tiempo, y que fue nuestro chofer desde el aeropuerto militar hasta Puerto Stanley, ganaba 25 mil libras al año antes de jubilarse.

El negocio le va bien me comenta al tiempo de informarme que la educación es gratuita hasta los 16 años y que luego solo queda buscar una universidad fuera de las Islas porque eso no lo tienen aquí. Si lo encuentran, el gobierno local les paga el costo de la matricula donde fuera.

Las enfermedades son las comunes en nuestros países: dia¬betes, presión alta, cuestiones cardiacas y alcoholismo y sus derivados.

En la cárcel hay 8 presidiarios y en la calle 12 policías me comentó el Dr. Barry Elsby asombrado de mi curiosidad por estas cosas. Ambiciona que el gobierno argentino acabe con la petición de bloquear las Islas. Quieren a los argentinos pero no disimulan su desagrado a la campaña de hostilidad emprendida por sucesivos gobiernos en la Casa Rosada.

Los Isleños desean un vuelo comercial que traiga más turistas e inversiones, por ejemplo con Uruguay, pero este gobierno no logra establecer ese vínculo por presiones que recibe de los mandatarios argentinos.

“Queremos dejar la guerra atrás y concentrarnos en el futuro” me dice el Asambleísta Elsby mientras observo las miles de ovejas que pastan en estas islas llenas de piedras colocadas de una manera que sorprende a los especialistas. Hay unas 166 ovejas por cada habitante y 365 formas de comerlas. Hay algo de ganado vacuno y miles de caballos.

El internet es lento porque viene por satélite debido a que no está conectado a fibra óptica. En este verano lleno de viento sus puertos están llenos de turistas.

El vuelo que nos trajo de Chile vino con más del 80% del pasaje de turistas venidos de Inglaterra.

Eran jubilados en su mayoría interesados como todo inglés en estas historias contadas alguna vez de manera absolutamente nueva por una BBC que luchaba contra el gobierno de la Sra. Thatcher para relatar las historias de la forma más objetiva posible, mientras en la Argentina, el presentador principal Gómez Fuente decía lo que le mandaban decir los militares de la Junta.

Al final de la guerra y antes de desaparecer definitivamente de la televisión había dicho: “si me hubieran dicho los militares que Gardel estaba vivo... yo lo hubiera contado igual”. En las guerras la primera víctima es la verdad.

Esto es un conjunto estratégico para cualquier país pero los Isleños que dejaron su condición de kelpers después de la guerra sólo quieren ser ellos y dejarlos ser como desean.

Son pocos, están en el sur de todas las cosas y hace poco descubrieron petróleo, si a eso se suman los malos gobiernos que tienen siempre a mano estas Islas para agitar el nacionalismo como opción, esta parte del mundo siempre tendrá una historia que valdrá la pena ser contada. Y esa es nuestra intención... aquí, bien al sur de todas las cosas.

(*) Benjamín Fernández Bogado es un abogado y periodista paraguayo, de larga trayectoria en distintos medios tanto en su país como en España. Actualmente se encuentra en las Falklands, invitación del gobierno británico, y esta es una de varias notas que sobre su experiencia está escribiendo.

Categorías: Política, Falklands-Malvinas.