China, país de régimen comunista, no celebra la fiesta del trabajo con marchas en sus calles, pero sus trabajadores comienzan a ser más conscientes de sus derechos laborales y están más dispuestos a rebelarse para reclamarlos. Lo puso en evidencia la masiva protesta registrada en el sur del país en abril, en la ciudad sureña de Dongguan.
En esa instancia más de 60.000 trabajadores decidieron abandonar sus puestos de trabajo cosiendo zapatillas para Yue Yuen, el mayor fabricante de este calzado para marcas como Nike o Adidas, y tomar durante dos semanas las calles.
A pesar de su falta de organización, llegaron a paralizar la producción en siete de las diez plantas de la firma en esta ciudad y ejercer la presión necesaria para que, por primera vez, las autoridades chinas además de intimidar a los trabajadores para que volvieran a sus puestos de trabajo, también obligaran a la empresa a atender las quejas de sus empleados.
Al cumplirse dos semanas, y ante la oferta de la empresa y la presión del Gobierno para aceptarla, los empleados decidieron volver al trabajo.
“La protesta ha sido la mayor que se produce en China desde la apertura en los '70, y a pesar de la poca organización, ha sido un éxito. La empresa pagará las cuotas correspondientes de pensiones, y demás partidas que debe, de aquí en adelante y de forma retroactiva”, explicó Zhang Zhiru, defensor de los derechos de los trabajadores que asesoró a los empleados de Yue Yuen, y quien fue detenido temporalmente por ello junto a Lin Dong, quien aún continúa bajo custodia.
Para Zhang, la protesta de Yue Yuen mostró una nueva clase de trabajadores más conscientes de sus derechos, y conocedores, además, de que la unión hace la fuerza.
Las organizaciones en defensa de los derechos laborales también ven esta nueva actitud en el país asiático, donde el gobierno está incrementando los salarios -razón por la que muchas fábricas están cerrando- pero aún se producen muchas irregularidades en los pagos de garantías como la seguridad social.
“La gran mayoría de los trabajadores es ya muy consciente de sus derechos, lo que es más importante es que ahora están más dispuestos y son más capaces de luchar para exigirlos”, explicó Geoffrey Crothall, director de comunicaciones de “China Labour Bulletin”.
Según Crothall, cada vez más, los trabajadores no sólo piden “lo que estipula la ley”, sino también lo que ellos creen que es justo.
Según datos de “China Labour Bulletin”, las huelgas han aumentado casi un tercio en sólo el primer trimestre de 2014 respecto al año anterior, si bien advierten de que las autoridades cada vez responden “con mayor dureza” a estas manifestaciones, con más intervenciones policiales y arrestos.
Esta forma de intimidación también se sintió en la huelga de Yue Yuen, si bien la actitud de las autoridades respecto a la firma también supuso una diferencia a destacar.
“(Yue Yuen) puede haber marcado un precedente en tanto que los oficiales han apoyado los derechos de los trabajadores, de manera oral y escrita. Trabajadores de otra parte de China pueden tomar el caso de Yue Yuen como un ejemplo”, consideró Crothall.
El papel que adopten las autoridades en las crecientes huelgas laborales es clave. “Establecer un equilibrio ente los intereses laborales y empresariales puede ayudar a prevenir las quejas que motivan las huelgas”.
No obstante, el Gobierno chino “no puede estar en todos lados al mismo tiempo”, por lo que se requerirá sindicatos que realmente representen a los trabajadores. “Y a la reforma sindical aún le queda mucho camino por delante”, destacó el experto.
De momento, en el gigante asiático sólo existe la Federación Nacional de Sindicatos de China (ACFTU), la única institución permitida por el Gobierno, cuya estrecha relación con el Partido Comunista le impide conseguir el objetivo de cualquier sindicato: representar los intereses de los trabajadores.
Por ello los expertos creen que hasta que no se consiga un buen mecanismo, las protestas no harán otra cosa que ir a más: el crecimiento a todo coste ha dejado de ser una opción para los chinos.