Angela Rayner presentó su dimisión este viernes como viceprimera ministra británica, ministra de Vivienda y vicelíder del Partido Laborista. Su decisión se debió al escándalo por el impago de impuestos sobre un apartamento en Hove, en la costa sur de Inglaterra.
Rayner está acusada de pagar un valor inferior por una unidad que adquirió a principios de año y que, como segunda propiedad, acarrea un gravamen superior. Atribuyó el episodio a un asesoramiento legal inadecuado, pero admitió que el asedio mediático había vuelto la situación insoportable.
Si bien espero, con razón, un escrutinio adecuado sobre mí y mi vida, mi familia no eligió que su vida privada fuera cuestionada y expuesta tan públicamente, explicó la otrora popular política de origen proletario.
Considerada una figura clave en el gobierno del primer ministro Keir Starmer, su salida desencadenó una reorganización del gabinete: David Lammy fue nombrado viceprimer ministro y secretario de Justicia, Yvette Cooper se convirtió en ministra de Asuntos Exteriores y Shabana Mahmood asumió el cargo de ministra del Interior. Steve Reed asumió en Vivienda.
Este incidente agrava los desafíos para el gobierno laborista, que actualmente enfrenta una caída en su popularidad y un creciente desafío por parte de sus oponentes políticos, en particular el partido antiinmigración Reform UK.
Rayner ha sido tildada de hipócrita, dado su historial de ataques a ministros conservadores del gobierno anterior por incidentes similares, hasta el punto de que Starmer ya no pudo defenderla y le dijo que estaba muy triste de que su etapa en su gobierno hubiera terminado de esta manera.
Antes de entrar en política en la era de Jeremy Corbyn, Rayner creció en las afueras de Manchester y fue madre a los 16 años. Su hijo, nacido prematuramente, tiene discapacidades permanentes.
En 2018, Rayner acusó al entonces ministro de sanidad, Jeremy Hunt, de usar una laguna fiscal para ahorrarse casi 100.000 libras en impuestos de timbre al comprar siete apartamentos. Ese y otros episodios similares acabaron siendo contraproducentes.