Nunca se entendió bien como llegaron a las Islas Falkland, pero el lobo de las Islas, denominado Warrah, parece que era tan manso que no se precisó de mucha caza para eliminarlo y a mediados del siglo 19 se cree que ya estaba totalmente extinto, y quizá hasta hubiera pasado al olvido.
Pero con el surgir hace pocos años de centros de investigación y de medio ambiente en las Islas y la aparición de unos restos óseos, sumamente extraños, se despertó el interés por un supuesto lobo, y/o mamífero carroñero que habría habitado en las Islas, a lo cual luego se sumaron documentos y/o relatos de época incluyendo y algunos trazos o esbozos de lo que parecía ser un lobo.
Hasta por lo visto el propio Darwin quedó muy desconcertado con el Warrah cuando anduvo por las Falklands. Pero de registros sobre ejemplares embalsamados como lo ocurrido con otras especies extintas tampoco se sabía mucho. Pero ahora parece que en un museo bastante distante, en Otago, Nueva Zelandia, habría un ejemplar embalsamado perdido entre un depósito de cánidos y felinos.
Por lo visto el museo de Otago tiene uno desde hace 150 años y al principio se creyó podría ser parte del mismo tipo de espécimen de unos huesos que se encontraban en el Museo de Historia Natural de Londres. Análisis genéticos de ADN de la almohadilla de una extremidad del espécimen embalsamado,. y rayos X del esqueleto, identificaron lo que sería en efecto un ejemplar de la especie extinta de las Falklands.
El profesor Nic Rawlence lo descubrió hace unas dos décadas atrás cuando preparaba su tesis de doctorado y para más seguridad comparó el espécimen embalsamado en el museo de Otego con los huesos que estaban en Londres para un mejor análisis de taxidermia.
El curador del Museo de Historia Natural en Nueva Zelandia Kane Fleury explicó que, para determinar si es que había mérito alguno en dicha suposición y duda sobre la individualidad del espécimen, hicimos rayos X y realizamos una minuciosa investigación histórica de los orígenes de cómo el lobo llegó a Dunedin en Nueva Zelandia
Cuando revisamos las imágenes de rayos X fue increíble ver cuánto del esqueleto y de la calavera estaban dentro de nuestro molde.
Se pudo averiguar que el espécimen llegó al museo de Otago en 1875, un año antes que la especie fuera declarada extinta. La búsqueda de cómo este ejemplar llegó a nosotros, entendimos fue como parte de dos consignaciones que tenían como destino Londres.
Según Fleury los rayos X también nos brindaron detalles sobre la labor del taxidermista y su método de trabajo. Si uno mira con detención las imágenes podrá ver los clavitos y alfileres que fueron utilizados en el proceso para mantener el cuero del animal de forma que finalmente fuera esculpido.
También saltó a luz en la investigación que el reconocido taxidermista del Museo de Otago, Edwin Jennings había sido el encargado de preparar el espécimen embalsamado y una foto del museo de 1890 muestra al espécimen escondido detrás de uno de un leopardo desplegado en una de las vitrinas.
Fleury agregó que mucho trabajo se invirtió en asegurarse y reconfirmar sobre la llegada del Warrah al museo, y ello fue en mérito al Dr. Rosi Crane, como parte de un proyecto mayor sobre los orígenes de los distintos especímenes y como terminaron en el museo de Otago.
Este de Otago por tanto sería el décimo tercer espécimen de la especie Warrh, y/o huesos, que se han descubierto tras 150 años y la extinción del lobo de Falklands, Dusicyon Australis. Se preguntó finalmente al curador Fleury si era posible que hubiera más casos similares de otros especímenes..
Potencialmente existe. Durante la época victoriana y hasta nuestros días existe un fuerte apetito por la taxidermia de especímenes raros, los cuales circulan entre coleccionistas privados. Puede que muy bien haya más ejemplares de estos animales extintos en la casa personal o en algún museo del cual los científicos no tienen ni idea. concluyó