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A pesar del boicot occidental, comienzan los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing

Sábado, 5 de febrero de 2022 - 14:17 UTC
Una enorme “burbuja” separa a los lugareños regulares de los atletas olímpicos y sus séquitos. Una enorme “burbuja” separa a los lugareños regulares de los atletas olímpicos y sus séquitos.

Los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 están en marcha a pesar del boicot diplomático y luego de una ceremonia celebrada en el Estadio Nacional -construido para los Juegos de Verano de 2008- en medio de estrictos protocolos sanitarios para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2.

Beijing se convierte así en la primera ciudad en albergar Juegos tanto de invierno como de verano, a pesar del rechazo de algunos países que denunciaron violaciones de derechos humanos por parte del Gobierno chino, a pesar de lo cual líderes mundiales como los presidentes Vladimir Putin y Alberto Fernández asistieron al evento.

Los Juegos Olímpicos de Invierno son particularmente cautivadores por las impresionantes hazañas deportivas en el hielo y la nieve, pero esta vez el significado de “frío” estuvo asociado con la crisis de Ucrania, a medida que se siguen desplegando tropas a ambos lados de la frontera y el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, insiste en sus temores ante un posible ataque ruso. En todo caso y mientras eso no ocurra, hay un sentimiento que se asemeja al de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética Comunista.

Hace catorce años, la vívida ceremonia inaugural de Beijing marcó la irrupción de China en el mundo como superpotencia económica y militar, lo que no fue acompañado en materia de libertades individuales.

Para Beijing, estos Juegos de 2022 son una confirmación de su condición de liderazgo mundial, pero para muchos fuera de China, particularmente en Occidente, se han convertido en una confirmación del giro cada vez más autoritario del país que ha sistemáticamente aplastado todo activismo a favor de la democracia, además de su postura más dura en Hong Kong y una posición de mayor confrontación con Taiwán, a lo cual debe añadirse la actitud contra los musulmanes uigures en Xinjiang, algo que varios gobiernos y organizaciones de derechos humanos han calificado de genocidio.

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China dice que los campamentos son “centros de educación y formación profesional” que forman parte de una campaña antiterrorista y niega cualquier violación de los derechos humanos. Argumenta además que ha restaurado la estabilidad en Xinjiang, una región que con posterioridad a los ataques del 11 de septiembre quedó plagada de actividades extremistas, según sostuvo el gobierno chino, a menudo con poca evidencia.

Estas acciones han llevado a Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá, entre otros, a imponer un boicot diplomático a los Juegos de Invierno.

Mientras tanto, la pandemia de COVID-19 también pasó factura a los Juegos de este año, tal como sucedió el verano pasado en Tokio. Más de dos años después de que se identificaran los primeros casos de COVID-19 en la provincia china de Hubei, casi 6 millones de personas han muerto y cientos de millones más se han enfermado en todo el mundo, mientras el país anfitrión cuenta una de las tasas más bajas de muerte y enfermedad por coronavirus, en parte debido a los confinamientos totales y otras medidas restrictivas extremas.

En el período previo a los Juegos Olímpicos, la represión de la disidencia por parte de China también se mostró en la controversia en torno a la estrella del tenis Peng Shuai, quien el año pasado desapareció de la vista del público después de acusar a un ex funcionario del Partido Comunista de agresión sexual. Su acusación fue borrada rápidamente de Internet. Preocupados por su seguridad, tenistas e influencers en redes sociales lanzaron llamados preguntando “¿Dónde está Peng Shuai?” Peng hizo una breve aparición en un evento de tenis juvenil y habló por enlace de video con el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, como parte de los esfuerzos para aliviar las tensiones.

También marcando un fuerte contraste con los Juegos de 2008, la atmósfera local está atrapada por las medidas contra la COVID-19. Asistentes de vuelo, funcionarios de inmigración y personal de hoteles trabajan cubiertos de pies a cabeza con equipo de protección contra materiales peligrosos, máscaras y gafas protectoras. Hay un régimen de pruebas diarias para todos los asistentes, seguido de largas cuarentenas para quienes dan positivo, mientras una enorme “burbuja” que separa a los lugareños de los atletas olímpicos y sus séquitos.