La tasa de empleo muestra una recuperación en algunos países de América Latina y el Caribe, aunque en la mayoría aún se mantiene por debajo de los niveles previos a la pandemia de COVID-19. Adicionalmente, se observa una caída en la calidad de los empleos disponibles, así como una disminución en el número de horas semanales de trabajo remunerado, de acuerdo con los datos de una nueva encuesta del Banco Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La serie de Encuestas Telefónicas de Alta Frecuencia, cuya segunda fase fue implementada este año en 24 países de la región, permite tener una idea precisa del nivel de bienestar de las familias, así como de su percepción de la crisis. El objetivo es monitorear el pulso de la región y los impactos de la pandemia en áreas importantes como el mercado laboral, los ingresos y la seguridad alimentaria; el acceso de los hogares a servicios básicos, como educación y salud (incluyendo a la vacuna contra el COVID-19), internet, finanzas digitales; y la equidad de género. Para cada país, la encuesta es representativa de la población mayor de 18 años con acceso a un teléfono.
“La pandemia de COVID-19 evidenció las desigualdades preexistentes en la región, en donde los grupos más vulnerables y los más pobres de la región se han visto afectados desproporcionadamente”, dijo Luis Felipe López-Calva, Director Regional del PNUD para América Latina y el Caribe. “Esta encuesta nos permite tomarle el pulso a la región y proponer soluciones basadas en evidencia.”
“El impacto de la pandemia ha sido sumamente duro para millones de familias en la región”, dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. “Estas encuestas que hoy damos a conocer son clave para contar con datos actuales del alcance de la crisis y para recomendar medidas informadas, que contribuyan a mejorar la calidad de vida en nuestros países.”
Según los resultados, las mujeres se han visto especialmente afectadas por la crisis, ya que para ellas no sólo fue más fuerte el impacto inicial, sino que también la recuperación del mercado laboral ha sido más lenta. En especial, se han visto más afectadas las madres de niños de entre 0 y 5 años. De hecho, un año y medio después del inicio de la crisis la probabilidad de las mujeres de haber dejado de trabajar a raíz de la pandemia es dos veces más alta que la de los hombres. Además, esto ha estado acompañado de una mayor carga de tareas domésticas, incluyendo la supervisión de la edcación remota de los niños, y una mayor incidencia de problemas de salud mental.
Para la región en su conjunto, la tasa de empleo se ubicó en alrededor del 62%, casi 11 puntos porcentuales por debajo del nivel previo a la pandemia. Solo en Guatemala, Nicaragua, y El Salvador la tasa de empleo supera ligeramente los niveles anteriores a la crisis.
Asimismo, el empleo formal cayó 5,3% en la región, el trabajo independiente creció 5,7% y la proporción de trabajadores ocupados en negocios pequeños, de hasta 4 trabajadores, aumentó 8%, lo cual muestra un deterioro en la calidad del empleo disponible. Incluso entre la población empleada se evidencia una disminución en las horas semanales de trabajo remunerado, de 43 a 37 a nivel regional, lo cual confirma esta evolución negativa.
La encuesta muestra que 28% de las personas que tenían un empleo antes de la pandemia lo perdieron, y más de la mitad (17% de aquellos con un trabajo antes de la pandemia) abandonaron la fuerza laboral. Estos impactos afectaron sobre todo a las mujeres con hijos pequeños: el 40% de las trabajadoras de más de 18 años con hijos de entre 0 y 5 años perdió el empleo que tenía antes de la pandemia, en comparación con el 39% de las mujeres en general y el 18% de los hombres.
Los trabajadores (tanto hombres como mujeres) con menor nivel educativo se vieron más afectados por la pandemia. El 35% de aquellos con educación primaria o menos perdió su empleo en este período, mientras que para los empleados con educación secundaria la proporción llegó a 28%. Aproximadamente 19% de los individuos con nivel terciario o superior perdieron su empleo.
Según los datos recolectados, como consecuencia de los retrocesos en el mercado laboral poco más de la mitad de los hogares en la región no han logrado recuperar aún los ingresos familiares previos a la pandemia. Esto, a pesar de los esfuerzos realizados por los gobiernos a través de los programas de transferencias directas y otros beneficios implementados para ayudar a las familias. Cabe mencionar que aproximadamente 38,0% recibió transferencias de emergencia.
Según la encuesta, la inseguridad alimentaria aún afecta a 23,9% de los hogares en América Latina y el Caribe. Esto es casi dos veces el nivel reportado por los hogares antes de la pandemia, de aproximadamente 12,8% de los hogares. Sin embargo, se evidencia una mejoría relativa con respecto a los niveles observados en junio de 2020 en la mayoría de los países.
El sondeo muestra asimismo que más de un año después del inicio de la crisis, en materia de educación el 86% de los niños y jóvenes en edad escolar recibe algún tipo de educación (presencial o remota). No obstante, se registra una amplia variación entre países: en Guyana y Guatemala el índice alcanza a 64%, mientras que en Perú y Chile asciende a 95 y 97%, respectivamente. Además, en los países encuestados la escolarización está por debajo de los niveles previos a la pandemia y poco menos de la cuarta parte de los estudiantes a nivel regional asistían a clases presenciales.
El acceso a servicios de salud, en tanto, mejoró sensiblemente. Sin embargo, el porcentaje de personas no vacunadas es alta en algunos países, y todavía existe un 8% de la población que no se ha vacunado ni está dispuesta a hacerlo. Este porcentaje se acentúa en el Caribe: 60% en Haití, 49% en Jamaica y 43% en Santa Lucía y Dominica.
Por último, según los resultados de la encuesta, el uso de banca móvil y transacciones en línea (comercio en línea) se incrementó sustancialmente en la pandemia. Adicionalmente, se aumentó el uso de medios digitales de pago y ahora un 26% respondió usar billeteras móviles. Los incrementos fueron más notables entre la población rural, la población mayor de 55 años y aquellos con bajos niveles de educación (primaria o menos)