“El presidente argentino sin plan”. Así, haciendo eco, aunque sin citar declaraciones que en ese sentido el propio mandatario argentino hizo al diario británico Financial Times en julio pasado.
The Economist llama a Alberto Fernández en su columna editorial de la sección “Americas”, en la que lo retrata como un presidente débil y errático, que va “muddling through” (expresión asimilable al “vamos viendo”), e hizo más visible su debilidad al intentar ganar popularidad organizando en la Casa Rosada el funeral de Diego Maradona.
Tanto en su vida como en su muerte Maradona representó a la Argentina, dice el semanario inglés al referirse a un funeral que fue “tan pasional y caótico como los asuntos de su país”.
The Economist destaca que, a contramano de medidas sanitarias previas. Fernández dispuso que el féretro de Maradona se exponga en la Casa Rosada. “Como el presidente, Diego fue un partidario del peronismo, el movimiento nacionalista y populista de la Argentina”, afirma. Pero cuando, con millares de fanáticos haciendo cola, el acceso al velorio se cortó, “sobrevino el pandemónium”.
La que es tal vez la publicación más influyente de los negocios y finanzas globales cree que la búsqueda de popularidad de Fernández es un signo de debilidad y el desorden del funeral que organizó es similar al de la economía sobre la que preside. La revista define a Alberto como “un socialdemócrata” al frente de una coalición “incómoda” en la que gran parte del poder reside en Cristina Fernández de Kirchner, a quien califica de “izquierdista que gobernó entre 2007 y 2015”. Se trata, dice, de “un matrimonio político palpablemente sin amor”.
A los tres meses de asumir, prosigue, Alberto Fernández, impuso un confinamiento que aumentó sus niveles de aprobación, pero “demoró, más que prevenir, un grave brote de Covid 19; la Argentina está entre los diez países con más muertes en proporción a su población”.
En otros frentes, dice la revista, Fernández también tiene poco que mostrar. Su “principal logro” fue la restructuración US$ 65.000 de deuda con bonistas privados, que no restableció el acceso de la Argentina a los mercados internacionales ni la confianza en el peso, al punto que el dólar libre es hoy casi el doble del tipo de cambio oficial.
El gobierno brindó ayuda de emergencia a gran parte de la población “imprimiendo dinero” y atenuó la inflación, al 37% anual, mediante controles de precios, dice The Economist que, en línea con proyecciones del FMI y la OCDE estima que la “ya deprimida” economía argentina se contraerá 12% este año, por la pandemia. Ahora, cita, el gobierno negocia “en cámara lenta” con el FMI para refinanciar US$ 44.000 millones de deuda que contrajo el gobierno de Macri y, según palabras del ministro Martín Guzmán, el acuerdo llegaría en marzo o abril de 2021.
Según críticos, sigue el texto, el gobierno no tiene plan económico y deambula entre posiciones pragmáticas y populistas. Como ejemplos, cita su proyecto de intervenir y expropiar Vicentin, del que después desistió, y un impuesto a la riqueza, “de hasta 3,5% sobre gente con activos por más de US$ 2,3 millones (al tipo de cambio oficial)”.
”Los desequilibrios en la Argentina terminan en racionalidad o en una explosión”, dice un político citado por la revista, que agrega que “esta vez el tránsito a la racionalidad va lento”. Según el ex titular del BCRA, Federico Sturzenegger, también citado, Guzmán eligió un sendero de bajo riesgo y resultados, para ganar tiempo y evitar una explosión.
“Cuando el peso colapsó en octubre, Guzmán anunció una reducción de la impresión de dinero, y ha dicho que recortará el déficit fiscal de 11% del PBI este año a 4.5% en 2021”, recuerda The Economist. De hecho, jubilaciones y salarios públicos están aumentando menos que la inflación y la ayuda de emergencia se terminó. “Tal vez nos sorprendan positivamente del lado fiscal”, vuelve a citar a Sturzenegger.
Hasta ahora la coalición se mantuvo unida, pese a la “palpable” falta de amor político entre los Fernández, pero la nota recuerda que Cristina se quejó de los “errores” y “funcionarios que no funcionan” de Alberto y que ambos se hablaron en el funeral de Maradona “por primera vez en 45 días”. Los aliados de la vice, sigue, buscan controlar el poder judicial y ella “está furiosa” porque el presidente no paró los juicios de corrupción contra ella.
En este contexto, “la recuperación será lenta” vaticina la revista británica. Los controles de cambio y el impuesto a la riqueza desalientan la inversión y además, recuerda la revista, varias multinacionales, incluyendo recientemente a WalMart, ya se han ido, al igual que “gran parte de la industria del software”.
En tono editorial, The Economist concluye que la Argentina fue el país más desarrollado de América Latina pero vivir según sus propias reglas le trajo aparejada “una larga declinación”. En eso –nota– “Maradona también representó a su país”.
“Diego tenía tanta riqueza futbolística que pensó que la podía derrochar y no se terminaría. Se caía, se levantaba, se caía otra vez. A falta de glorias futuras, se deleitaba en sus glorias pasadas. La Argentina, quizá”, cita la nota al escritor y periodista Martín Caparrós.