El canciller brasileño, Ernesto Araújo, pidió este viernes a China y Rusia, aliados del gobierno de Nicolás Maduro, “que vean la realidad de Venezuela” ante el “genocidio silencioso” al que están siendo sometidos sus ciudadanos. ”Esperamos que China y Rusia vean la realidad de Venezuela, de lo que fue hecho por el régimen de Nicolás Maduro y lo que se seguirá haciendo si ese gobierno sigue en el poder”, declaró Araújo en una rueda de prensa en Brasilia.
Brasil, junto a Estados Unidos, Colombia, Argentina y una veintena de países apoyan al autoproclamado presidente interino Juan Guaidó, quien pretende que Maduro deje el poder para que sean convocadas unas “elecciones libres”.
Maduro denuncia un golpe de Estado en el que Washington usa de “títere” a Guaidó, con el fin de apropiarse de las mayores reservas de petróleo del mundo. El presidente enarbola el apoyo de sus aliados China y Rusia, dándole a la crisis un aire de la Guerra Fría que concluyó con el desplome del bloque socialista europeo a inicios de los años 90.
Araújo, defensor del gobierno estadounidense de Donald Trump, calificó de “genocidio silencioso” la dramática situación económica, de hiperinflación y escasez de productos básicos en la Venezuela de Maduro.
“Esa cuestión del sufrimiento humano es algo que debería trascender las consideraciones geopolíticas”, declaró el canciller al ser interrogado sobre si la postura del gobierno de Brasil puede comprometer su relación con China, su primer socio comercial.
El canciller anunció además que la cancillería propondrá una comisión interministerial para abordar distintos aspectos sobre Venezuela, como el envío de ayuda humanitaria, la aplicación de sanciones o qué hacer con la deuda de Venezuela con Brasil.
“La principal presión es la vía diplomática”, afirmó el canciller, quien reiteró varias veces que, para el gobierno de Brasil, “Maduro ya no es el presidente” venezolano.
El reconocimiento de Guaidó como presidente legítimo fue considerada sin embargo una apuesta riesgosa por analistas y diplomáticos, que temen que la mayor potencia latinoamericana rompa con una tradición de equidistancia e incluso se vea involucrada por primera vez en un siglo y medio en un conflicto armado con un país vecino.
El vicepresidente brasileño, el general retirado Hamilton Mourao, rechazó varias veces esa posibilidad y el jueves afirmó que Brasil “podría adoptar pequeñas sanciones”, pero que no estaba dispuesto “a cruzar una línea que sabemos cómo empieza pero no cómo termina”.