La ciudad mexicana de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, aún intenta reponerse de la explosión ocurrida la noche del viernes pasado en una toma clandestina de gasolina de la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex), que acabó con la vida de al menos 98 personas. El problema crece porque, más allá del luto que envuelve a la comunidad, han surgido inconvenientes de carácter logístico e, incluso, sanitario. Uno de ellos tiene que ver con el entierro de las víctimas.
Según explica el diario El Universal, el único cementerio de este municipio no cuenta con espacio suficiente para albergar los cuerpos, aún pensando que la cifra de fallecidos va en ascenso y podría superar el centenar.
“Ya no hay capacidad en el panteón, hemos pedido ayuda al Presidente (Andrés Manuel López Obrador) y al gobernador (Omar Fayad), para que se acondicione un predio cercano (…). Hay unos 30 desaparecidos de Tlahuelilpan, si fallecieron necesitan un lugar”, señaló el alcalde Juan Pedro Cruz.
El jefe municipal explicó que estudian ocupar un campo de rábanos ubicado al lado del cementerio para continuar con su expansión y así solucionar este problema sanitario. “Este lugar es de un vecino, están en negociaciones con él, se le otorgará a cambio un terreno con la misma extensión”, dijo Cruz, mientras continúan los funerales de las víctimas.
No obstante, hay quienes no se preocupan tanto con este problema. Es el caso de la familia de Noemí Martínez, quien murió durante la explosión y será sepultada sobre la tumba de su padre. Esto, siguiendo la tradición de la zona, donde si alguien ya tiene un familiar enterrado puede “hacerle compañía”.
“Aquí la costumbre nos dicta enterrarnos juntos. Se puede hacer con los féretros juntos o poniendo los huesitos del primer difunto en un costal. Si son los huesos, se colocan en la esquina del nuevo ataúd”, explicó Jorge Martínez, hermano de Noemí. Ahora, mientras continúa la emergencia, las autoridades locales se apuran para poder lograr una pronta solución.