La ciudad mexicana de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, aún intenta reponerse de la explosión ocurrida la noche del viernes pasado en una toma clandestina de gasolina de la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex), que acabó con la vida de al menos 98 personas. El problema crece porque, más allá del luto que envuelve a la comunidad, han surgido inconvenientes de carácter logístico e, incluso, sanitario. Uno de ellos tiene que ver con el entierro de las víctimas.