El grupo más exclusivo de Estados Unidos -el llamado club de los presidentes- se reunió el miércoles durante el funeral de George H. W. Bush y quedó expuesta su incómoda relación con el actual jefe de la Casa Blanca. Fue un encuentro incómodo, aunque necesario, en el que Donald Trump y sus antecesores, quienes le han hecho evaluaciones claramente críticas, compartieron el mismo banco.
Antes de comenzar el funeral de estado del ex Presidente, los ex mandatarios Barack Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter, y sus esposas Michelle, Hillary y Rosalyn, conversaban tranquilamente desde sus lugares en la fila principal en la Catedral Nacional de Washington. Los ex gobernantes y sus parejas intercambiaban palabras entre todos.
Sin embargo, la llegada de Trump, poco antes de que lo hiciera la caravana que transportaba el féretro de Bush, enfrió la conversación. La primera dama Melania Trump se acercó primero y saludó de mano a los Obama y a Bill Clinton. Donald Trump después estrechó la mano de los Obama y ocupó su lugar. La ex secretaria de Estado Hillary Clinton mantuvo la mirada de frente a la llegada de quien fuera su rival en la última elección y al parecer los Carter ni siquiera advirtieron la llegada del Presidente.
Después de ese momento, prácticamente llegó a su fin la conversación informal en esa fila. George W. Bush llegó después y, en contraste, estrechó la mano a toda la fila de dignatarios e incluso compartió un momento de humor con Michelle Obama, al regalarle un caramelo como recuerdo del gesto similar que ambos compartieron cuando estuvieron sentados el uno al lado del otro durante el funeral del senador republicano John McCain el pasado 1 de septiembre.
La ex primera dama se río al recibir el pequeño regalo de Bush, al que ha descrito como su amigo y un hombre maravilloso al que tiene mucho cariño, especialmente por su sentido del humor. Tras ello, el ex Mandatario ocupó su lugar al otro lado del pasillo de los ex presidentes con el resto de su familia. El saludo de mano entre Trump y Obama marcó la primera interacción directa entre el actual Mandatario y su predecesor inmediato desde el día en el que el primero asumió la presidencia en 2017. El gobernante no conversaba con los demócratas Clinton y Obama desde aquel día.
Quienes han ocupado la Oficina Oval comparten una experiencia inigualable que típicamente da pie a una camaradería especial entre ellos que a menudo trasciende las polémicas campañas y las líneas partidistas. El fallecido Bush se convirtió en la encarnación moderna de un presidente social porque reunió a personalidades en conflicto. Sin embargo, este grupo de distinguidos integrantes fue perturbado desde la elección de Trump. Y, desde que asumió el cargo, el mandatario ha evitado lo más posible el contacto con sus predecesores y, en respuesta, ellos también lo han desdeñado.