Por Michel Temer (*)
Di inicio a mi primera actividad internacional de 2018 en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Me dirigí a una audiencia global, compuesta por líderes políticos, hombres y mujeres de negocios, formadores de opinión. Una vez más, hablé de la agenda de reformas que está transformando a Brasil.
Dimos vuelta la página de la crisis económica diciendo no al populismo y actuando con responsabilidad. Con una visión de largo plazo, nuestro gobierno está construyendo, en diálogo permanente con el Congreso y la sociedad, las bases de un Estado eficiente, que brinda servicios de calidad, dentro de un presupuesto público equilibrado. Son esas las bases del crecimiento sostenido, imprescindible para el desarrollo del país y para sacar de la pobreza a millones de brasileños.
En poco más de un año y medio de gestión, afirmamos, en la práctica, nuestro compromiso con el equilibrio fiscal. La inflación cayó y está bajo control. El cambio se estabilizó. Los intereses retrocedieron a su menor nivel histórico. Restauramos la confianza en la economía brasileña, que se refleja en la revitalización de la actividad industrial, en la activación del comercio exterior y en el nivel de empleo.
El inversionista que observa al Brasil de hoy percibe un gobierno que trabaja con diagnósticos precisos y aplica soluciones efectivas. Percibe una administración comprometida con la dinamización del ambiente de negocios. Hemos eliminado las trabas burocráticas que obstruían el camino del emprendedor, tornándose más fácil abrir una empresa, importar y exportar. La modernización laboral, que ya entró en vigencia, es un marco especialmente relevante de nuestros esfuerzos para sintonizar a Brasil con las realidades de la economía contemporánea, sin afectar los derechos del trabajador.
Está en nuestro horizonte, además, una simplificación tributaria que vuelva más ágil y racional el pago de impuestos. En todo eso, la tendencia que se anuncia es la de un Brasil donde exista cada vez más libertad económica.
Cuentas públicas en orden y un sector privado competitivo son esenciales para el crecimiento sostenible, así como es fundamental una infraestructura de calidad, compatible con el vasto potencial de nuestro país. Por eso, también presenté en Davos las múltiples oportunidades del programa Avançar, Parcerias (Avanzar, Asociaciones), de concesiones y privatizaciones.
El modelo ofrece reglas definidas y estables, refuerza la seguridad jurídica y ha atraído un fuerte interés en todo el mundo. Hasta ahora concluimos más de 70 proyectos que comprenden rutas, puertos, aeropuertos, líneas de transmisión, yacimientos de gas y petróleo. La estimación de las inversiones es de US$ 44 mil millones. En 2018 serán ofertados otros 75 proyectos, que también incluyen vías férreas y que deberán captar más de US$ 40 mil millones.
La reforma reforzará la credibilidad de la economía, haciéndola ingresar a un ciclo duradero de crecimiento.
Los cambios no se agotan en el plano interno. En el área exterior hemos actuado también con espíritu de apertura, pues es falso pensar que en el mundo actual puede existir desarrollo en un ambiente de clausura económica. Nuestro empeño por más y mejor integración comienza en la región, en el Mercosur: con los demás socios. Brasil viene implementando una agenda que tiene en la promoción del libre mercado uno de sus pilares principales. Además de la eliminación de barreras al comercio intra-bloque, hemos fomentado una aproximación con los países de la Alianza del Pacífico. Por primera vez en veinte años tenemos una perspectiva realista de conclusión de un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, acuerdo que queremos amplio y equilibrado, que atienda a los intereses de la sociedad brasileña.
El desafío que se impone, ahora, y al cual estamos enteramente dedicados, es reformar la previsión social. En Davos ratifiqué mi compromiso con un sistema de previsión justo y sostenible, que corresponda a la evolución demográfica de nuestra población. La reforma eliminará privilegios y garantizará el pago de las jubilaciones de hoy y mañana.
Brasil es un gran país, que reúne activos de todo orden. Es un mercado consumidor de más de 200 millones de personas, con recursos naturales abundantes. Nuestro pueblo es creativo y trabajador. Tenemos una industria diversificada, una agricultura altamente productiva. Nuestra matriz energética está entre las más limpias del mundo. Somos un país continental, distante de los focos de tensión geopolítica. Esas son razones que siempre hicieron de Brasil un destino atractivo para inversionistas. En los últimos tiempos, el problema era que el país había perdido el rumbo.
Lo que nuestro gobierno hizo fue devolver el rumbo a Brasil. Desde el principio, tuvimos claridad sobre el camino que deberíamos transitar: el camino de la responsabilidad, apertura y libertades. Y de ese camino no nos desviamos ni nos desviaremos.