El histórico Mercedes-Benz 770K Grosser Offener Tourenwagen, de cinco marchas y que superaba los 160 kilómetros por hora, fabricado a la medida del dictador alemán Adolf Hitler, y que se le entregó al mandatario en Berlín el 29 de julio de 1939, se subasta en Estados Unidos.
Hitler nunca lo condujo porque carecía de carnet de conducir, pero el 6 de octubre de ese mismo año hacía su debut público como parte de una caravana de vehículos cuidadosamente diseñada para maximizar la seguridad personal del Führer. La siguiente vez que se utilizó fue el 18 de junio de 1940, en un desfile en Múnich para recibir al dictador italiano Benito Mussolini y el 6 de julio de ese mismo año el Mercedes atravesaba Berlín para pregonar la sorprendente caída de Francia. Ya, el 15 de julio de 1943, fue devuelto a la fábrica de Sindelfingen para su mantenimiento.
Resulta curioso que se blindara el coche por seguridad pero que fuera descapotable. Era evidente que el líder nazi se negaba a renunciar a su lucimiento personal en los desfiles. De hecho, se habilitó una plataforma de 13 centímetros para que pudiera subirse a ella cuando saludaba a las masas. También se colocó en el parabrisas abatible un asidero para evitar que se cayera en algún giro o bache.
Conocido popularmente como Súper Mercedes (se fabricaron tan sólo 88 unidades de este modelo de ocho cilindros en línea de 7.7 litros y se llama así como muestra del orgullo de Alemania en la famosa destreza de ingeniería del país) fue encargado por el oficial de las SS y chófer del Führer, Erich Kempka en 1938.
Al acabar la II Guerra Mundial, en 1945, el automóvil pasó a manos del ejército estadounidense y usado por la policía militar de EE.UU en Francia. En 1946 lo compró un tabaquero belga que a su vez lo vendió a cambio de US$ 1800 dólares en tabaco a un empresario americano de Tennessee, llamado Tom N. Austin. Éste lo donó a una Asociación local de Veteranos de Guerra en Carolina del Norte y, tras su uso durante varios años, acabó encerrado en un garaje hasta agosto de 1976.
Fue entonces cuando un coleccionista lo descubrió, lo restauró cambiando los cristales a prueba de balas y conservando su tapicería de cuero negro original y estuvo expuesto en el museo de Antigüedades Automovilísticas Históricas de Chicago, donde se llegó a tasar en un millón de dólares.
En 2009 cayó en manos de un multimillonario ruso y así, de mano en mano, ha pasado por ocho propietarios diferentes hasta hoy. Del actual dueño no se ha desvelado el nombre pero lo que sí está claro es que la limusina que supuso un potente símbolo de propaganda del Tercer Reich tiene un valor histórico incalculable.
Para animar la puja, se ha anunciado que el 10% del precio de venta del Súper Mercedes se destinará para educar sobre cómo y por qué sucedió el Holocausto y cómo prevenir atrocidades similares en el futuro.