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De pie: ha caído un pura sangre de la política uruguaya

Jueves, 27 de octubre de 2016 - 22:19 UTC

Cuenta la tradición que cuando nació Jorge Batlle la madre Do;a Matilde Ibá;ez de Battle Berres lo primero que preguntó fue “si era normal”. Era un 25 de octubre, un día antes que lo sepultaran cuando hubiera cumplido 89 años. Más de ocho décadas dedicadas de pleno a la política, a la lucha por la libertad, la democracia y el futuro con espíritu irreverente, transgresor, provocador sin medir consecuencias pero siempre leal y fiel a sus ideas y principios, y abierto a la crítica (para poder debatir con pasión).

 Lo mamó de una familia que sin dudas se puede catalogar como la más política del Uruguay, cuenta con cuatro presidentes en ciento cincuenta años, que construyeron desde la razón y la convivencia pacífica, las bases para una comunidad de profunda cultura liberal, dialoguista, humanista y solidaria, que se amalgaman en el concepto del Batllismo, eje de referencia de la vida democrática del país, y guía para superar momentos de oscurantismo.

Jorge Batlle nació al mundo con esa inmensa responsabilidad familiar, aceptó el desafío y lo proyectó aún con más intensidad. Ocupó todos los cargos electivos, fue perseguido político, encarcelado por un espasmo dictatorial, y cayó varias veces por sus incorrecciones políticas y campañas calumniosas que le lanzaron, pero siempre se levantó y siguió coherente a sus ideas, fiel a su apego a la libertad como esencia y pensando cómo ser mejor mañana.

Pero también era un hombre común, practicó el periodismo, le encantaba la agricultura y cultivaba (experimentaba) son su propia huerta y tenía pasión por las carreras de caballos apoyado en una memoria privilegiada para la hípica.

Fue recién al quinto intento que llega a la presidencia del Uruguay. Quiso el destino que fuera él, su experiencia y la serenidad que brinda la sabiduría que debieron enfrentar el mayor colapso económico de la república, contagio de los desbordes de los vecinos. Años dramáticos, 2001, 02, 03, pero a pesar de una oposición interna despistada, un Fondo Monetario Internacional de reflejos burocráticos cuando no confundidos, Jorge Batlle timoneó la chalupa a través de la tormenta enfatizando que el camino de salida era político, y así fue y así se le reconoció.

Hacía más de una década que Jorge Batlle había dejado la presidencia pero jamás había renunciado a la militancia y los desafíos políticos. Justamente en esa tarea lo sorprendió un desafortunado accidente, cayó en batalla como los grandes luchadores, hasta el último aliento.

La Historia a veces marca a hombres para ser protagonista de momentos especiales. Jorge Batlle salvó con nota pero en verdad no necesitaba esa prueba de fuego, toda su vida la dedicó a enaltecer la república, a reafirmar el compromiso con la libertad y el diálogo, a cumplir el obligado mandato de su apellido. Así quedó demostrado en la despedida de sus restos, acompañados de una manifestación multitudinaria de simples ciudadanos, pero convencidos repúblicos que hacen a la esencia y el legado de la libertad y la democracia por los cuales luchó toda su vida.

De pie: ha caído un pura sangre de la política.