Tras el interrogatorio coercitivo que reavivara la hoguera del mayor escándalo de corrupción de la historia en Brasil, la presidenta Dilma Rousseff visitó a su mentor y padrino político, Lula da Silva quien anticipó que tomaría las calles para que el pueblo lo apoyara y no descarta su aspiración presidencial para el 2018.
Rousseff llegó temprano al domicilio de Lula ubicado en el municipio de São Bernardo do Campo, en el área metropolitana de San Pablo. Ya a esa hora frente a la vivienda del líder del Partido de los Trabajadores (PT) había un fervoroso grupo de militantes que superaba las 300 personas.
Unos minutos después esos mismos militantes, así como el nutrido grupo de periodistas que aguardaba afuera, vieron cómo el vehículo en el que viajaba Rousseff con los vidrios bajos entró al garaje del edificio y luego se asomó junto a Lula y su esposa, Marisa Leticia, para saludar desde el balcón del apartamento.
El coro de voces se alzó con la consigna que desde el viernes los militantes petistas no se han cansado de gritar: Lula, guerrero del pueblo brasilero, al tiempo que hacían ondear las banderas rojas del PT.
Rousseff permaneció junto al ex mandatario en un gesto muy elocuente, antes de continuar viaje hacia su residencia particular en Porto Alegre, donde pasará el fin de semana. Un gesto que reforzó su intervención por cadena en la media tarde del viernes, unas horas después que el propio Lula diera una conferencia de prensa desde la sede del PT.
El carismático Lula, que a sus 70 años se vislumbra como eventual presidenciable del gobernante PT para las elecciones de 2018, se declaró ultrajado, y en inflamados discursos aseguró que si me quieren derrotar me tendrán que enfrentar en las calles de este país.
A partir del lunes estoy dispuesto a viajar por todo el país. Si alguien piensa que me va a callar con persecuciones y denuncias, yo sobreviví al hambre, y quien sobrevive al hambre no desiste nunca, dijo Lula.
Una manifestación de apoyo al ex presidente fue convocada para el martes que viene, mientras la oposición prepara hace semanas una nueva protesta el 13 de marzo para presionar por la salida de Rousseff del gobierno. El viernes pasado, decenas de manifestantes pro y anti Lula se enfrentaron a golpes frente a la casa del ex presidente y en los locales de la Policía Federal donde declaró.
Los opositores se han mantenido activos de la misma forma espontánea que los militantes petistas aseguran haber adoptado apenas se supo de su detención y allanamiento de domicilio el viernes.
La sede del Instituto Lula, orientado por el ex presidente, amaneció pintarrajeada con mensajes contra el ex gobernante, quien el viernes se convirtió en el nuevo blanco de la mayor investigación por corrupción en el país.
Lula ladrón, basta de corrupción, la hora llegó, corrupto, fue el mensaje escrito en una de las paredes de la fachada del edificio donde funciona la institución y que fue uno de los varios locales registrados el viernes en un operativo policial, entre ellos la propia residencia del ex mandatario.
De hecho la fiscalía asegura poseer evidencias de que este edificio fue otorgado como una dádiva por una de las grandes empresas investigadas. La Asesoría de Prensa del instituto señaló que analizará las imágenes de las cámaras de seguridad para ayudar en la identificación de los responsables.
Lo cierto es que los problemas judiciales de Lula debilitan aún más a Rousseff, que cuenta con apenas 11% de popularidad y está cercada por varios frentes.
Al escándalo en Petrobras se suma un proceso de destitución en su contra por maquillaje de las cuentas públicas, una crisis política que tranca su agenda en el Congreso y el Tribunal Superior Electoral investiga si la financiación de su campaña a la reelección fue ilegal en base a indicios muy fuertes que lo estarían probando.
Brasil atraviesa además una severa recesión económica que se anticipa como la peor en un siglo, la inflación alcanza los dos dígitos y el desempleo está en alza hace meses.
La declaración forzosa de Lula dará más fuerza a los pedidos de impeachment, y la oposición gana un nuevo ímpetu para intentar forzar la salida de Rousseff, opinó el analista político André César.
El senador opositor Aécio Neves, del PSDB, que perdió el balotaje contra Rousseff en 2014 por 3% de los votos, anunció que el Congreso interrumpirá desde este lunes las votaciones hasta que se instale la comisión de impeachment, juicio político.