De cabello ligeramente gris, mirada afable y gafas de cristales redondos, John German, un prestigioso ingeniero estadounidense, hizo tambalear sin proponérselo el imperio del gigante automotor alemán Volkswagen y se convirtió en el verdugo del jefe de la firma, Martin Winterkorn.
¿Cómo y quién detectó el truco empleado durante años por VW para burlar los controles medioambientales en Estados Unidos y en el mundo? Ésta fue una de las preguntas que se le pasó a la gente por la cabeza estos días al conocer la envergadura del escándalo que afecta a 11 millones de autos en todo el mundo.
En realidad John German es un tipo como Martin Winterkorn. Un ingeniero amante de los detalles, escribió el diario económico alemán Handelsblatt sobre el ingeniero, artífice del destape de la trama.
Tras unos años encargado de optimizar los motores para Chrysler y Honda decidió cambiar de bando. Y desde 2009 escribe estudios para la organización no gubernamental International Council of Clean Transportation, encargada de probar que los medios de transporte cumplen con las reglas medioambientales establecidas para conseguir un aire limpio. La ONG también estaba interesada en que el nivel de exigencia en materia de emisiones en Europa fuera tan estricto como el que teóricamente se realizaba en Estados Unidos
El experto en gases de escape siguió los indicios de su colega alemán Peter Mock, que descubrió en los modelos diesel una anomalía entre las emisiones de los automóviles y las mediciones registradas durante los controles técnicos en Europa.
Y German decidió repetir los test en tres vehículos alemanes, el Jetta de VW, el Passat de VW y el BMW X5, a lo largo de las 1.300 millas que separan San Diego de Seattle. Lo hizo en colaboración con un equipo de la Universidad de West Virginia en EE.UU. especializada en el tema.
Los resultados sorprendieron al experimentado científico. El Jetta expulsó entre 15 y 35 veces más óxido nítrico que lo permitido por ley, mientras el Passat sobrepasó los límites en un nivel entre cinco y veinte veces superior. Por el contrario, el BMW X5 se mantuvo dentro de los parámetros legales.
German entregó sus resultados de su estudio a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), para la que él mismo trabajó algunos años. La EPA llevó a cabo sus propias pruebas y confirmó los resultados de German. Y VW tuvo la oportunidad de ponerle remedio.
El grupo llamó a talleres en diciembre de 2014 a 500.000 automóviles. Una actualización del software en el motor solucionará el problema, prometió entonces VW. Una promesa que se quedó en el aire como más tarde comprobaron las autoridades que decidieron dar la voz de alarma la pasada semana.
Rápidamente se pasó de involucrar a unos 482.000 vehículos de las marcas Volkswagen y Audi vendidos en Estados Unidos desde 2009 a 11 millones de automóviles en todo el mundo, incluido el continente europeo, como confirmó el gobierno alemán después de reunirse con la empresa.
VW reconoció que el software se encuentra en los motores diésel de dos litros del tipo E189 incluidos en los coches fabricados entre 2009 y 2015, lo que resulta en una larga lista de modelos de VW afectados: Golf, Jetta, Beetle, Tiguan, Passat, así como las series A1, A3, A4 y A6 de Audi y algunos modelos de Skoda. El gigante automotor trabaja bajo presión para elaborar la lista definitiva de coches afectados.
Se desconoce quién fue el artífice exacto de la trama, pero las autoridades alemanas apuntan directamente a VW, descartando que una empresa externa desarrollara el software encargado de activar un mecanismo para reducir los gases al percatarse -en base a una serie de parámetros como la velocidad y la posición del volante- de estar siendo sometido a un control.
German consiguió lo que no logró el entonces poderoso patriarca de VW Ferdinand Piëch a principios de año: tumbar al que fue jefe ejecutivo del grupo desde 2007 y que tenía previsto renovar su contrato hasta 2018 este viernes.