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Falklands con el trasfondo de la guerra

Miércoles, 25 de febrero de 2015 - 17:03 UTC
Los argentinos en Goose Green se rindieron dejando sus armamentos y cascos: 400 soldados ingleses ha¬bían derrotado y tomado prisioneros a 1.200 argen¬tinos Los argentinos en Goose Green se rindieron dejando sus armamentos y cascos: 400 soldados ingleses ha¬bían derrotado y tomado prisioneros a 1.200 argen¬tinos
En la pequeña localidad de Goose Green con unas pocas familias los militares argentinos tenían detenidos unos 140 Isleños de todas las edades y sexos. En la pequeña localidad de Goose Green con unas pocas familias los militares argentinos tenían detenidos unos 140 Isleños de todas las edades y sexos.
El almirante Moore tras la rendición argentina evocó a Wellington: “sólo puedo decir que hoy es el día en que perdí en el campo de batalla a mis mejores amigos” El almirante Moore tras la rendición argentina evocó a Wellington: “sólo puedo decir que hoy es el día en que perdí en el campo de batalla a mis mejores amigos”

Por Benjamín Fernández Bogado (*) - Fueron sólo 74 días de combate entre argentinos y británicos. Suficiente para que todavía minas sin explotar y esquirlas disparadas hagan par¬te del escenario de estas estepas dominadas por el viento, la lluvia y el frío.

Nuestro guía no tiene resentimientos ni odios como no los tienen los vietnamitas que ga-naron la guerra contra los americanos y estos pobladores que sólo lamentan que el canciller argentino los trate de ‘‘ocupantes clandestinos’’ a los más de 2.500 pobladores que tienen 7 generaciones de vivir en estas duras tierras en el Atlántico Sur.

Tienen palabras elogiosas hacia los pilotos argentinos que derribaron varios barcos, cuyos mástiles aún son posibles de ser observados en San Carlos, la bahía elegida por los 8 mil soldados británicos para desembarcar. Ahí está hundido el navío Antelope y en esos primeros días de combate el escenario bucólico se transformó en un campo de batalla que acabó con los sueños de decenas de adolescentes argentinos y muy jóvenes soldados británicos.

La lucha importante se libró en Goose Green (Ganso Verde), don¬de estaban acantonados más de mil argentinos defendiendo una posición clave para el paso de los soldados británicos que esperaron que la noche y el frío les dieran una ventaja comparativa frente a unas tropas argentinas muertas de frío en las trincheras construidas días atrás.

Los aviones surcaban los cielos con sus artillerías pesadas. Los argentinos hundieron un navío inglés cargado de helicóp¬teros de apoyo, dejando librados a los soldados a tener que caminar más de 100 kilómetros hasta Puerto Stanley, donde los argentinos los esperaban. Las noticias no eran bue¬nas en Londres por esos tiempos y los políticos querían un triunfo militar rápido y pronto que pusiera fin a la ansiedad de la opinión pública.

El coronel Jones, uno de los dos condecorados con la medalla de la Reina Victoria en esa guerra, decidió tomar por mano propia una operación que llevaba varias horas retrasadas. La jugada no salió bien. Jones y tres de sus colaboradores cayeron muertos en manos de los soldados argentinos. Los ingleses apuraron el paso y aviones de despegue vertical Sea Harrier comenzaron a inclinar la balanza a favor de los ingleses. Sólo uno de este tipo de aviones fue destruido pero en tierra. En el aire, el control era absoluto. Uno de ellos sobrevoló Goose Green y asustó a los que la custodiaban con sus bombas letales. Todo eso pasó a finales de mayo de 1982. Habían rodeado Ganso Verde y les dieron tres opciones a los argentinos. Que se entregaran al amanecer, a las 8 y 30, sufrieran las consecuencias de un ataque devastador y sus responsables fueran llevados a los tribunales internacionales por dejar que la población civil sufriera sus efectos. En esta pequeña localidad de unas pocas familias estaban detenidos unos 140 isleños de todas las edades y sexos.

El oficial argentino se rindió a las 8 y 30. Dejaron todos sus armamentos, cascos y otros implementos militares a un lado. 400 soldados ingleses habían derrotado y tomado prisioneros a 1.200 argentinos. Fue un gran triunfo para los europeos y una derrota humillante para la Argentina, ya que se encontró en Goose Green depósitos de alimentos y municiones que no se ha¬bían entregado en tiempo y forma a los soldados para que combatieran con mayores posibilidades.

Una guerra perdida desde el inicio

En el comando militar inglés construido después de la guerra hay fotos de la revista Gente con el título: ‘‘Estamos ganando’’, que muestra a unos soldados argentinos tras las trincheras el mismo día en que se habían entregado a los ingleses. Otra fotografía muestra al teniente Astiz firmando su rendición y la de sus hombres mucho antes que fuera conocido su rol como informante del Gobierno de la Junta Militar luego de haber inficionado en el grupo de las Madres de Plaza Mayo. Toda una metáfora de un país quebrado y roto sin autoridad moral de sus oficiales que habían abandonado a sus tropas.

Hoy Goose Green es sólo el recuerdo de algo que pasó hace 33 años. Los británicos no quieren vol¬ver a experiencias similares y hoy tienen un regi¬miento montado con los mejores elementos para disuadir cualquier ataque. Más de mil soldados y oficiales, 800 contratistas del ejército y más de 200 personales civiles conforman una sofisticada muestra de organización militar muy diferente a la que habían tenido an¬tes de la guerra.
Una base con lo mejor de cualquier ciudad moderna. Cines, restaurantes, casas para oficiales casados, aviones, helicópteros, navíos de patrulla. Todo en más de 200 hectáreas de terreno donde también opera el aeropuerto que tiene dos vuelos semanales a Londres y uno a Punta Arenas (Chile).

El tiempo ha pasado pero quedan profundas cicatrices y huellas. La visita al cementerio argentino interpela a cualquiera. Jóvenes muertos, tumbas desconocidas, una gran cruz y la Virgen de Luján protegiéndose tras el vidrio del frío y del viento. Esto es administrado por una comisión argentina. El de los británicos es más pequeño. Han perdido 250 soldados y oficiales de su lado, del lado argentino las cifras no son claras. Algunos hablan de 650, otros de 800.

El general Moore que tomó la rendición de los argentinos en Puerto Stanley, cuando le preguntaron sobre el triunfo, parafraseó a Wellington el triunfador de Waterloo al decir: ‘‘sólo puedo decir que hoy es el día en que perdí en el campo de batalla a mis mejores amigos’’.

Será una frase premonitoria o será que sólo los argentinos tendrán tiempo y espacio aquí para llorar a sus muertos. Un ramo de flores depositado ante la tumba de un soldado le pide perdón por no haber sido capaz de evitar la guerra.

Para nosotros el recuerdo triste de una experiencia trágica llevada adelante por un régimen embriagado con la sangre de sus compatriotas que mientras lloraban a sus muertos en territorio continental sumaban otros por reconocida incapacidad para enfrentar con éxito una guerra que comenzó perdiéndola en la inmoralidad de sus actos contra sus compatriotas.

Y así no se puede...

(*) Benjamín Fernández Bogado es un abogado y periodista paraguayo, de larga trayectoria en distintos medios tanto en su país como en España. Invitado por del gobierno británico esta es una de varias notas que sobre su experiencia ha estado escribiendo.