La patología descripta no es compatible con la necesidad de un traslado urgente en avión a la Capital Federal. Otros antecedentes médicos despiertan sospechas.
La fractura de tobillo de la presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner podría no ser exactamente eso, sino otra dolencia, según un artículo publicado en el medio independiente Tribuna de Periodistas. En alguna oportunidad aseguró que se había tropezado con las escaleras del Tango 01 cuando se trasladaba a Río Gallegos; luego aseguró que se tropezó con uno de los juguetes de su nieto Néstor Iván; ahora jura que tuvo un esguince en su tobillo, señala el autor de la nota, Christian Sanz.
Lo cierto es que ni esguince ni fractura suenan del todo razonables: La excusa es poco creíble: cualquier principiante de medicina sabe que una simple radiografía puede detectar ese tipo de lesión, explica. No hacen falta tomografías ni resonancias magnéticas, agrega.
La presidenta no dice la verdad, y desconfía incluso de su propio entorno médico. Por ello, decidió renunciar hace algunas semanas al profesional que la atendía, Luis Buonomo, de quien sospechaba ciertas filtraciones a la prensa, señala la publicación.
Ese nivel de desconfianza no es nuevo. En su columna de Infobae del pasado 23 de diciembre, la politóloga María Zaldívar había advertido que Cristina es desconfiada por naturaleza y tiene una mirada conspirativa de la vida que la hace encerrarse entre un puñado de íntimos porque al resto del mundo lo percibe hostil.
Sanz arriesga otra hipótesis: Lo único que se conoce con precisión es que la jefa de Estado tuvo un hematoma subdural crónico durante 2013, de lo cual no se dieron mayores detalles durante el último año.