Por John Fowler (*) Con países tan diferentes como China y España interesados en el resultado del referéndum escocés por la independencia, sería sorprendente si este asunto no hubiera resultado además de interés para la gente de las Falklands, y no sólo porque muchos de ellos son descendientes de escoceses.
La diferencia que mientras los gobiernos británico, español y chino quisieran evitar la fragmentación de sus países, los obstáculos de una eventual secesión de las Falklands vienen más del país vecino y no de lo que puede ser considerado tanto la “madre patria” como el “poder colonial usurpador”, depende del punto de vista que tenga cada uno.
Mientras varias proyecciones sobre el futuro económico de Escocia después de su (ahora frustrada) independencia eran intercambiadas por ambos bandos, en el corazón del asunto para aquellos que querían la independencia estaba la cuestión de a quiénes veían cuando se miraban en el espejo.
Esto también es un asunto fundamental para un número cada vez mayor de isleños que están empezando a ver que nuestro reclamo de tener el derecho a la autodeterminación necesita ser sostenido además por una definida y clara identidad nacional.
Escocia tiene una historia mucho más larga que las Falklands, y aunque algunos elementos aceptados como elementos de imagen pueden haber sido inventados por Hollywood o incluso por los ingleses, aun los pro Unión tienen establecida la idea de ser diferentes a los ingleses.
La cuestión de la riqueza a través del petróleo es también importante para los Isleños, pero no porque nosotros nos veamos como una posible –y más fría, sureña– versión de un potentado Estado árabe; incluso hay voluntad por evitar los peligros que acarrearía tal escenario.
Más bien, las potenciales riquezas obtenidas por el petróleo son vistas aquí como un medio para mantener nuestra actual independencia financiera y como base para construir, entonces sí, un futuro como nación.
(*) John Fowler, ex editor adjunto del Penguin News