Gerald Cheek fue por años Director de Aviación Civil de las Falkland Islands y como tal tiene una vasta experiencia y memoria sobre acontecimientos aéreos sucedidos en las Islas, que justamente por la disputa de soberanía con Argentina tienen repercusión fuera del territorio insular.
Vista la reciente proliferación de informaciones sobre el particular y algunos aniversarios, Cheek envió una carta al semanario Penguin News con algunas anotaciones de interés para la memoria, bajo el título de Visitas no bienvenidas de aviones a las Islas.
Un caso en particular lo motivó: una reciente crónica sobre el vuelo realizado por un piloto argentino-irlandés Miguel Fitzgerald, en un Cessna 185, en 1964, a las Falklands donde aterrizara en el pista de carrera de caballos de Stanley.
Para empezar hace lo que entiende una corrección obligada respecto a la distancia volada por Fitzgerald, ya que la crónica habla de 550 millas en tanto en su opinión en realidad se trata de 300 millas, a no ser que el piloto no haya volado en línea recta.
Empero la parte interesante se refiere a las medidas dispuestas por el Secretario Colonial de la época, WH Thompson quien ordenara que la pista de carreras fuera bloqueada de forma de impedir cualquier aterrizaje futuro. Empero esos obstáculos fueron removidos con posterioridad y casi dos años más tarde otro avión no bienvenido aterrizó.
Esta vez, según Cheek, sería algo más dramático que el vuelo de Fitzgerald pues de trató de un DC4 de Aerolíneas Argentinas que había sido secuestrado, durante un vuelo comercial regular entre Bahía Blanca y Río Gallegos, por una banda de militantes protestando por la 'ocupación' de las Falklands por los británicos, entre otras cosas.
Sin embargo nadie a bordo, ni el piloto ni los secuestradores tenían noción de la no existencia de aeropuerto alguno en las Falklands y cuando el avión apareció sobre Stanley no disponía de suficiente combustible como para retornar a Argentina. Fue lo que en su momento en la Argentina se denominó 'Operación Cóndor'.
Por tanto el piloto se decidió a aterrizar en la pista de carreras, lo cual dice Cheek, lo hizo con considerable pericia dado el tamaño del avión y lo corto del terreno. Empero poco después de aterrizar el avión, no que fuera sorpresa, comenzó a hundirse en la turba y tomó algo así como diez días para zafarlo. Finalmente se lo puso en posición para que pudiera despegar y continuar su interrumpido vuelo a Río Gallegos.
Según Cheek, huelga decir que el día en que el avión de AA tomó vuelo, ya que era una hermosa jornada casi primaveral, la mayoría de los residentes de la capital Stanley se hicieron presentes para ser testigos del acontecimiento.
Empero dos años más tarde en 1968 el piloto Fitzgerald retornó pero esta vez con un Grand Commander bimotor. Aparentemente su intención era aterrizar en la pista de caballos pero debido a muy fuertes vientos desde el sur, vientos cruzados, se inclinó por intentar bajar en la calle Eliza Cove. Sin embargo como el tren de aterrizaje era más ancho que la calle terminó estrellándose, y aunque con relativa suavidad igualmente dañando las ruedas de las alas y bajo la nariz.
Por tanto en esta oportunidad el Sr. Fitzgerald no pudo volver a territorio argentino por aire y fue transportado cortesía de Su Majestad, en el barco de la Marina Real, HMS Endurance.
Y ese fue el fin de vuelos ilegales y no invitados a las Islas hasta abril de 1982 cuando de golpe recibimos un número abrumador de ese tipo de vuelos, concluye su carta Cheek, ahora retirado, pero con la memoria fresca y quien además participó activamente en la resistencia a la invasión militar argentina de ese año.