Los indicadores en el mercado de trabajo de Argentina se deterioran al ritmo de la recesión de la economía y, aunque no hay despidos masivos, las suspensiones crecen en sectores clave de la industria. Según el informe del Banco Central argentino que acaba de hacerse público, en el primer trimestre del año se cerraron 311.746 cuentas sueldo, asociadas al cobro del salario de los trabajadores.
En plena tormenta política por el litigio con fondos especulativos que reclaman a Argentina su deuda íntegra, y coincidiendo con la decisión del Gobierno de proponer el pago local a los acreedores que aceptaron la reestructuración, las estadísticas confirman la debilidad de la economía argentina.
Aunque el Gobierno se ha apresurado a desvincular el dato de la creación de empleo, las cifras confirman la tendencia adelantada también esta semana por el Instituto de Estadísticas de Argentina que situó la tasa de desempleo en el segundo trimestre del año en un 7,5%, 0,3 puntos porcentuales más que en igual período de 2013.
Si bien el indicador está lejos del pico del 24,1 % registrado durante la crisis de 2001-2002, refleja un avance del desempleo por segundo trimestre consecutivo y el nivel más alto desde el primer trimestre de 2013.
El deterioro coincide con la contracción del producto interno bruto (PIB), que bajó en el primer trimestre un 0,2 % respecto al mismo período de 2013, de acuerdo con los últimos datos oficiales disponibles.
“Las políticas que el Ejecutivo aplicó a comienzos de año (devaluación con posterior estabilización, aumento de la tasa de interés, topes salariales) fueron efectivas en cuanto a su objetivo (controlar el frente cambiario), pero tuvieron efectos colaterales en materia de inflación (se aceleró) y actividad económica (se resintió)”, según la consultora Ecolatina.
En particular, el deterioro de la economía afecta a la industria, cuya actividad acumuló una caída interanual del 3,2% en el primer semestre.
Los datos oficiales de desempleo no reflejan otra de las problemáticas que afectan al mercado laboral, el de las suspensiones, que empezaron a sentirse con fuerza en la industria automotriz y ahora comienzan a afectar a otros sectores manufactureros.
En el caso de las terminales de autos, las empresas aplican supresiones de turnos o cierres temporales de plantas debido a la caída de las exportaciones a Brasil y las menores ventas en el mercado doméstico.
Los trabajadores de plantas automotrices afectados por las suspensiones ya llegan a 10.000, aunque de momento no se han anunciado despidos, según fuentes del sector. Sin embargo, la parálisis en la actividad automotriz afecta con mayor dureza a sus proveedoras de partes y piezas, donde sí se han registrado despidos.
Según Ecolatina, el Índice de horas trabajadas de la industria registró una bajada interanual del 0,9% en el primer trimestre y profundizó su descenso en el segundo (-3,4%), mientras que en junio último la tasa de suspensiones fue la mayor desde la crisis global de 2009 (6,6 de cada mil trabajadores fueron suspendidos).
En las últimas semanas, el Ejecutivo ha anunciado medidas contra-cíclicas, destinadas a incentivar el consumo, aunque no han logrado vencer el escepticismo de los analistas.
Los expertos coinciden en que aún no hay un escenario de despidos masivos, pese a que los datos del sistema de la seguridad social revelan que en el primer trimestre se registraron 20.000 puestos menos de trabajo en el sector privado formal.
Otro signo de la precariedad laboral es el alto índice de empleo informal (32,8% en el primer trimestre).
Ahora, los expertos siguen con atención los indicadores para confirmar si la tendencia se mantiene aunque, según un sondeo de SEL Consultores, un 17% de las compañías líderes del país prevé reducir hasta en un 5% su dotación en lo que resta del año, un dato no muy esperanzador.