En un entrevista publicada este domingo en un diario romano, el Papa afirmó que la política está devastada por la corrupción, además de destacar que “los comunistas se apropiaron de nuestra bandera. La bandera de los pobres es cristiana”.
“Pienso que es difícil permanecer honesto en la política. A veces hay personas que querrían hacer las cosas claras, pero es como si fuesen fagocitadas por un fenómeno endémico, a más niveles, transversal”, sostuvo Jorge Mario Bergoglio.
“No porque sea ésta la naturaleza de la política pero porque en un cambio de época los empujes hacia una cierta deriva moral se hacen más fuertes”, subrayó el Pontífice al diario Il Messaggero.
“Hoy el problema de la política es que se ha devaluado, devastada por la corrupción, por el fenómeno de los sobornos”, prosiguió, tras destacar que “la corrupción lamentablemente es un fenómeno mundial. Hay jefes de Estado en la cárcel por esto.
Me pregunté mucho al respecto y llegué a la conclusión que tantos males crecen sobre todo durante los cambios de épocas. Estamos viviendo no tanto una época de cambios sino un cambio de época que alimenta la decadencia moral no sólo en política sino en la vida financiera y social”.
El Papa afrontó también el tema de la explotación de los niños. “Me hace sufrir. Para algunos trabajos manuales son usados los niños pequeños porque tienen las manos más pequeñas. Pero los niños son explotados también sexualmente”.
Los “ancianos” que abordan prostitutas de menos de 15 años por la calle “son pedófilos”, declaró Francisco, para quien estos problemas “ se resuelven con una buena política social”. En esto la política debe “responder de modo neto. Por ejemplo con servicios sociales que sigan a las familias y que las acompañen para salir de estas situaciones fuertes”.
Hablando de la pobreza, “los comunistas se apropiaron de nuestra bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está al centro del Evangelio. Marx no inventó nada”, afirmó Bergoglio.
“Uno que sufre hambruna puedo ayudarlo para que no tenga más hambre, pero si perdió el trabajo y no encuentra más ocupación, tiene que enfrentar otra pobreza. No tiene más dignidad”, reflexionó. “Quizás puede ir a la Caritas y llevarse a casa un paquete con víveres, pero sufre una pobreza gravísima que arruina el corazón...Viven en un estado de postración”.
Hablando de la Iglesia, el Papa explicó que no decide sólo.
“Gracias a Dios no tengo ninguna Iglesia, sigo a Cristo. No fundé nada. Desde el punto de vista de estilo no cambié de cómo era en Buenos Aires. Sobre el programa sigo lo que los cardenales pidieron durante las congregaciones generales antes del cónclave. El Consejo de los ocho cardenales, prosiguió, había sido convocado para que ayudase a reformar la curia, lo cual no es fácil porque se hace un paso y luego aparece que hay que hacer esto o aquello y si antes había un dicasterio luego se convierten en cuatro. Mis decisiones son el fruto de las reuniones pre cónclave. Ninguna cosa la hice solo, concluyó.