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El viaje a Malvinas

Jueves, 13 de febrero de 2014 - 01:03 UTC
Cuánto más exagere el gobierno argentino su animadversión con respecto a los pobladores de las Malvinas, más lejos estará de la obtención del objetivo deseado Cuánto más exagere el gobierno argentino su animadversión con respecto a los pobladores de las Malvinas, más lejos estará de la obtención del objetivo deseado

Por Pablo Mieres (*) Conviene empezar indicando con claridad que quien esto escribe y su partido han mantenido y mantienen en forma permanente una posición clara de apoyo al reclamo de soberanía de parte de Argentina sobre las Islas Malvinas.

 Sin embargo, esto no significa que debamos alinearnos en nuestras conductas y decisiones en función de lo que el gobierno argentino de turno entienda que es lo que hay que hacer. Menos aun acatar como si fueran órdenes las opiniones y deseos de los gobernantes de la vecina orilla.

Por eso nos ha parecido un verdadero papelón la decisión del partido de gobierno de “bajar literalmente del avión” a uno de sus diputados como resultado de una pataleta de los gobernantes argentinos. No entendemos la reacción porque suponemos que el Frente Amplio habrá valorado en profundidad la decisión previa de que uno de sus diputados integrara la delegación; por lo que resulta al menos poco serio su repentino cambio de posición.

Pero vayamos a los argumentos por los que nuestro diputado, Daniel Radío, viajó a las islas integrando una delegación que, en principio, estaría integrada por todos los partidos de nuestro país.

Defender el derecho a la soberanía argentina no significa asumir una actitud de total aislamiento hacia la población de la isla. Por el contrario, es perfectamente válido y seguramente positivo actuar en forma proactiva buscando estrechar los lazos con la población y las autoridades de Malvinas.

En el caso uruguayo, este gobierno tan proclive en todos los temas a agradar al gobierno argentino, tomó en su momento una decisión unilateral profundamente equivocada al decidir que los buques de bandera de Malvinas no serían recibidos en nuestros puertos.

¿Cuál fue el resultado de semejante y gratuito gesto de buena voluntad? (a) Perdimos un flujo de cargas y de comercio que hasta ese momento utilizaba nuestros puertos. (b) Nos generamos un pequeño conflicto gratuito con Gran Bretaña y con España (en la medida que la mayor parte de los armadores de esos buques son españoles) por tomar una medida agresiva hacia ellos. (c) Brasil se quedó con la carga y los ingresos que nosotros rechazamos y hoy en día esos buques hacen escala en puertos brasileros, sin que el gobierno argentino diga nada y sin que ello haya significado para Brasil un cambio en su postura de defensa del reclamo argentino de soberanía sobre las islas. (d) Para completarla, en retribución a tan generoso gesto, el gobierno argentino dos años más tarde prohibió que sus productos pasen por nuestros puertos!!!

¿Alguien habrá visto una decisión tan estúpida en la historia de las relaciones internacionales y de la diplomacia? Es difícil encontrar un ejemplo similar, de tan tristes características.

Por otra parte, pongámonos por un momento a pensar una estrategia para obtener que la demanda argentina llegue a buen resultado. ¿Cuál es el camino más razonable?

¿Aislar a la población de Islas Malvinas? ¿Intentar la misma estrategia de bloqueo que impulsó Estados Unidos con respecto a Cuba? ¿Hostigarlos al máximo? ¿Iniciar una nueva guerra?

¿Qué sentido tiene aumentar la agresividad contra los “kelpers”? ¿Es que se piensa que en la hipótesis eventual de una obtención de la soberanía los echarán de ese territorio o los tirarán al mar?

Resulta evidente que ninguno de esos caminos es razonable ni tiene la más mínima chance de éxito. Entonces, la alternativa va por el camino que sugirieron hace un año y medio, un número importante de intelectuales y figuras de la cultura argentina cuando publicaron un manifiesto indicando que Argentina debía acercarse a la población de Malvinas y demostrar que era capaz de ofrecer servicios y beneficios mucho más cercanos y profundos que los que Gran Bretaña, a tan larga distancia, puede ofrecer.

Si esto es razonable como estrategia para los argentinos, con mayor razón debe serlo para Uruguay. Por eso, la razón de la visita de los parlamentarios a las islas consiste en incrementar y desarrollar los lazos comerciales y culturales existentes; buscando generar las mejores condiciones de relacionamiento posibles que ofrezcan ventajas recíprocas a uno y otro lado.

Por el contrario, el ejercicio de un discurso retórico cargado de amenazas y acusaciones de traición; o la continuidad de una línea de confrontación de parte de Argentina, o las referencias altisonantes al antiimperialismo y la reivindicación de una lógica de todo o nada con sus adversarios, en el fondo es la profundización y la reafirmación de la imposibilidad de alcanzar un resultado satisfactorio.

Cuánto más exagere el gobierno argentino su enfrentamiento con Gran Bretaña y aumente su animadversión con respecto a los pobladores de las islas, más lejos estará de la obtención del objetivo deseado. Es obvio y evidente.

Por supuesto, para algunos parece que congraciarse con el gobierno argentino es un objetivo más fuerte que cooperar en forma inteligente con una forma de relacionamiento más fructífera y con mayores posibilidades de éxito. Allá ellos.

La columna fue publicada en Montevideo portal como columnista invitado

(*) Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Sociólogo. Fue Diputado entre 2000 y 2005. Es Presidente del Partido Independiente y fue candidato a la Presidencia por ese partido.