Tras casi un mes alejada de la primera línea política, con un largo y criticado asueto navideño por medio, la presidenta argentina, Cristina Fernández, retomará a finales de enero en Cuba su agenda internacional, una vez superados los problemas de salud que le impedían viajar en avión.
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se celebrará los días 28 y 29 de este mes en La Habana, será, si no hay cambios de última hora, la primera aparición pública de Fernández desde el 19 de diciembre, cuando encabezó la ceremonia de los nuevos altos cargos de las Fuerzas Armadas argentinas.
Después de la cumbre de la Celac, la presidenta viajará a Caracas para participar, el 31, en la reunión del Mercosur, según la información que se ha dado a conocer oficialmente sobre su cada vez más reducida agenda.
La intensa actividad de Fernández al frente del Ejecutivo argentino sufrió un frenazo en octubre pasado, a raíz de la operación a la que fue sometida para drenarle un hematoma craneal, producto de una caída sobre la que todavía se desconocen los detalles.
La recuperación la mantuvo en “estricto reposo” durante un mes por indicación de su equipo médico, que le prohibió incluso desplazarse en medios aéreos, con lo que la mandataria permaneció recluida en su residencia oficial de Olivos, en Buenos Aires, y postergó sus habituales viajes de fin de semana al sur del país.
En noviembre, con el alta médica en la mano, la presidenta fue retomando poco a poco sus actividades desde Olivos y efectuó los primeros cambios en su equipo de Gobierno, principalmente en lo relacionado con el terreno económico, uno de los puntos débiles y más cuestionados de su política en los últimos años.
Fernández puso al frente del ministerio de Economía a un hombre de su total confianza, Axel Kiciloff, cerebro de la nacionalización de la petrolera YPF en 2012, y renovó la secretaría de Comercio Interior, hasta entonces en manos del polémico Guillermo Moreno, tras reiterados fracasos por contener la inflación.
Con una importante pérdida de imagen pública tras la derrota de su partido, el Frente para la Victoria (FpV) , en las elecciones legislativas del pasado octubre, la mandataria delegó en el hasta entonces gobernador de la norteña provincia de Chaco, Jorge Capitanich, la representación del Ejecutivo.
El nombramiento de Capitanich como jefe de Gabinete supuso, entre otras cosas, una vuelta de tuerca a las relaciones con la prensa, con ruedas de prensa diarias, y el retorno de las actividades gubernamentales televisadas al más puro estilo de la presidenta.
Sin embargo, la omnipresencia de Capitanich no acalló las voces que desde la oposición criticaban la ausencia de Cristina Fernández durante algunos de los inesperados acontecimientos que tuvieron lugar en diciembre, como los saqueos en distintas provincias a causa de una huelga de policías o masivos cortes de luz por la ola de calor.
Aunque desde el Gobierno se remarcó que la mandataria seguía ejerciendo como tal desde su residencia de El Calafate, en la sureña provincia de Santa Cruz, donde pasó la Navidad con su familia, la sensación de vacío de poder se instaló en la opinión pública argentina.
Con el regreso de sus vacaciones, el pasado día 6, se esperaba una vuelta a sus actividades oficiales, aunque alguna de las anunciadas fue encabezada finalmente por Capitanich, quien en los últimos días ha sido desautorizado por otros funcionarios del Ejecutivo en más de un anuncio gubernamental.
Las rectificaciones del jefe de Gabinete no han hecho más que remarcar las diferencias internas en el equipo de Cristina Fernández, y la incertidumbre creada por su decisión de evitar la exposición pública en el tramo final de su mandato.