Los restos mortales del expresidente brasileño Joao Goulart, derrocado en 1964 y fallecido en Argentina hace 37 años, recibieron a su llegada a Brasilia las honras fúnebres reservadas a un jefe de Estado que le fueron negadas en su día por la dictadura militar.
El ataúd del líder conocido popularmente como “Jango”, exhumado el día anterior la víspera en un procedimiento que busca determinar si fue envenenado como parte de la Operación Cóndor, fue recibido en la Base Aérea de Brasilia en una ceremonia encabezada por la actual mandataria, Dilma Rousseff.
Goulart es hasta ahora el único de los brasileños que llegaron a la Presidencia muerto en el exilio y era el único que, según fuentes oficiales, no fue homenajeado en la época de su fallecimiento con “el ritual concedido a todos los jefes de la Nación”.
Ello debido a que el régimen militar que lo despojó del poder en 1964 y que gobernó el país hasta 1985, pese a que permitió la repatriación del cadáver, tan sólo autorizó que fuese sepultado en Sao Borja, su ciudad natal, próxima a las fronteras con Argentina y Uruguay y sin honores.
La omisión fue reparada en Brasilia con una ceremonia militar de cerca de 25 minutos, sin pronunciamientos y en la que también estuvieron presentes los ex-presidentes José Sarney (1985-1990), Fernando Collor (1990-1992) y Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), así como las principales autoridades de los poderes Judicial y Legislativo.
“Esta ceremonia que el Estado brasileño promueve hoy con la memoria de Joao Goulart es una afirmación de nuestra democracia. Una democracia que se consolida con este gesto histórico”, aseguró Rousseff en un mensaje en su cuenta en Twitter.
La mandataria dijo estar viviendo “un día de encuentro de Brasil con su historia” gracias al “gesto del Estado brasileño para homenajear al ex-presidente y su memoria”.
Tras un complejo proceso de exhumación que se prolongó por cerca de 18 horas en Sao Borja, el ataúd fue colocado en una urna funeraria especial en la que fue transportado a Brasilia a bordo de un avión de la Fuerza Aérea Brasileña.
El féretro, cubierto con la bandera brasileña y la faja fúnebre reservada a los jefes de Estado, fue cargado por militares mientras una banda interpretaba el himno nacional.
Igualmente fueron disparados 21 cañonazos e izada la bandera de Brasil mientras el cortejo fúnebre pasó revista a tropas de las tres fuerzas militares.
Tras las honras militares, Rousseff, junto con la viuda de Goulart, María Thereza Goulart, se acercó al féretro para depositar un ramo de flores.
“Él (Jango) no tuvo este momento ni una autopsia. Creo que podían haberlo hecho (el homenaje) pero nadie fue capaz. Creo que este reconocimiento es un acto de coraje que él merecía”, aseguró la viuda.
Para la ministra de la Secretaría de Derechos Humanos, María do Rosario Nunes, testigo de la exhumación y que acompañó los restos hasta Brasilia, la ceremonia de recepción fue un acto de “rescate histórico, justicia y valorización democrática”.
La exhumación fue ordenada por la justicia precisamente para la realización de exámenes que permitan establecer si Goulart murió de ataque cardíaco, como se informó hace 37 años, o si fue envenenado como parte de la Operación Cóndor.
Los restos del ex-mandatario fueron trasladados con escolta policial hasta la sede de la Policía Federal, donde serán realizados los exámenes periciales.
Goulart quien estaba exiliado en Uruguay, murió en 1976 en un hotel de la localidad argentina de Mercedes supuestamente víctima de un ataque cardíaco, según consta en un certificado de defunción expedido sin la respectiva autopsia.
Esa versión fue desmentida hace cinco años por un exmiembro del servicio secreto uruguayo, que aseguró que Goulart fue envenenado por agentes de varios países en el marco de la Operación Cóndor.