El gobierno brasileño otorgó en concesión ayer el megaproyecto hidroeléctrico de Belo Monte, sobre un río en el Amazonas, tras una batalla legal con indígenas, ambientalistas y pobladores de la zona que será inundada con la represa.
El sueño del presidente y ex sindicalista brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva antes de dejar en diciembre su bastón de mando al frente del país, era la autorización para poder construir la mayor obra hoy en el mundo: la hidroeléctrica Belo Monte, que será la tercera mayor existente después de la de Las Tres Gargantas de China y de la de Itaipú, un consorcio entre Brasil y Paraguay. Lo acaba de conseguir.
Vencidas las últimas resistencias legales del Tribunal Regional Federal que había impedido el lunes llevar a cabo la anunciada licitación para la adjudicación de la obra, el Gobierno otorgó en concesión el megaproyecto al consorcio Norte Energía integrado por nueve empresas encabezadas por la estatal Companhia Hidro Eletrica do Sao Francisco, que ofreció una tarifa de 57,12 dólares por megavatio generado. Los otros socios son privados.
La subasta puso fin a un feroz duelo legal. El juez Antonio Carlos Almeida, de la justicia del estado de Pará, emitió desde el viernes tres órdenes para suspender la licitación, la última de ellas poco después de realizado el proceso, lo que atrasó el anuncio del ganador.
El Ministerio Público Federal anunció en un comunicado una investigación para determinar si Aneel violó la última orden judicial de suspender la licitación. Indicó que notificó a la agencia reguladora del sector eléctrico poco después de mediodía de la orden de suspensión de la subasta, mientras que ésta comenzó a la 1:20 de la tarde, lo que podría implicar que Aneel desatendió la disposición judicial, en cuyo caso se expone a una multa.
En las afueras de la sede de la Agencia Nacional de Energia Elétrica (Aneel), unos 500 manifestantes se pronunciaron contra el proyecto que, según ellos, desplazará a 40.000 pobladores de la zona del amazónico río Xingú y provocará graves trastornos ambientales.
La hidroeléctrica estará localizada en la ciudad de Altamira, en el Estado de Pará, en el corazón de la Amazonia y embalsará las aguas del río Xangú con un total de 18.000 kilómetros cuadrados. La victoria de ayer ha sido el último eslabón, de un rosario de obstáculos de que Lula ha tenido que saltar para llevar a cabo su obra faraónica. Han sido obs-táculos de todo tipo: jurídicos, políticos, ambientalistas, indigenistas, técnicos, etc, que provienen desde que la dictadura militar ideó el proyecto en 1975.
Las manifestaciones contra la construcción de Belo Monte que tendrá capacidad para producir 11.000 megawatios (MW) se han ido sucediendo en Brasilia y en más de seis estados del país durante los últimos meses. Ayer mismo, activistas de Greenpeace, volcaron tres toneladas de estiércol frente a la entrada principal de Aneel. Encima de la carga estaba escrito: Belo Monte de mierda.
A las protestas de las comunidades de las 12 tierras indígenas que se oponen a la construcción de la hidroeléctrica, se ha unido incluso el director del film Avatar, Cameron, que se trasladó a la Amazonia días atrás y que pidió a Lula que no empezara las obras. Ayer, el mandatario brasileño se reunió en la Amazonia con cientos de indígenas y aprovechó para defender la construcción de la hidroeléctrica Belo Monte con dos motivos: es una energía limpia y va a ser una energía barata para el país.
Las razones alegadas por el gobierno de Lula para emprender la obra es que Brasil está creciendo y crecerá aun más los próximos años y va a necesitar mucha más energía y la Amazonia, con sus ríos como mares, es el corazón de la energía limpia del país. Sus opositores, entre otras objeciones, alegan que para que alguna empresa se decidiera a llevar a cabo las obras, el Estado les va a regalar, en exenciones fiscales, 6.000 millones de reales, que pagarán los contribuyentes. Por otro lado, alegan que no se han agotado aún los estudios acerca de los peligros ambientales que pueden implicar abrir esa herida en el cuerpo de la Amazonia, para unos un santuario intocable y para otros un lugar donde viven millones de personas y que hay que respetar pero no divinizar y que tiene que tener un desarrollo sostenible, pero real.
El ministro de Minas y Energía, Marcio Zimmermann, rechazó impactos negativos. Belo Monte es la planta hidroeléctrica más estudiada del mundo, la que incluye más criterios socioambientales y de desarrollo de la comunidad, dijo. Recordó que la zona del proyecto presenta graves atrasos sociales y sus habitantes se beneficiarán con el desarrollo impulsado por la construcción y operación de la planta.
El País Digital