El ex intendente de Canelones y profesor de historia, Yamandú Orsi, subió al escenario de la Plaza Independencia, corazón de las transiciones democráticas uruguayas. Un cálido abrazo con el Presidente saliente, Luis Lacalle Pou, marcó el relevo, un momento de continuidad en un país que se enorgullece de su estabilidad institucional. “Estoy aquí si me necesitas”, le dijo Lacalle Pou a Orsi, en un gesto de camaradería poco frecuente en el mundo de la política, a menudo tan conflictivo.
Orsi, que asumió el liderazgo del Frente Amplio tras el ocaso de las generaciones de los ex presidentes Tabaré Vázquez y José Pepe Mujica, se presentó ante la multitud congregada, flanqueado por su vicepresidenta, Carolina Cosse. La plaza, repleta de simpatizantes y dignatarios de todo el mundo, fue testigo del paso de la banda presidencial, un acto simbólico y profundamente político.
Hay mucho para hacer, hay mucho trabajo, sin duda, pero lo tenemos que hacer con la cabeza y el corazón siempre puestos en aquellos que más nos necesitan, declaró el nuevo mandatario, con voz firme y tono sereno. Sus palabras, aunque simples, llevaban el peso de la expectativa. Su gobierno, que se extenderá hasta 2030, comienza en un momento de optimismo y tensión, con un Parlamento fragmentado y desafíos económicos en el horizonte.
Horas antes, en la Asamblea General, Orsi había definido a Uruguay como una amalgama plural de convivencia que aún despierta asombro en el mundo. Habló del país como un país de partidos políticos, de alternancia en el poder, de acuerdos, un país en el que la confianza sigue siendo un elemento central para su funcionamiento. Sus palabras resonaron en una nación que, desde la recuperación democrática hace 40 años, ha hecho de la estabilidad y el consenso su mayor capital político.
La ceremonia contó con la presencia de líderes internacionales, entre ellos Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gabriel Boric (Chile), Santiago Peña (Paraguay) y el rey Felipe VI de España. Sin embargo, no todos los gobiernos con los que Uruguay mantiene relaciones diplomáticas recibieron invitaciones. Luis Lacalle Pou, en una decisión que generó controversia, se negó a invitar a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, reafirmando su postura de que estos países no gozan de una democracia plena. La decisión incomodó al nuevo gobierno. Los gobiernos pasan y los Estados quedan, comentó días atrás el canciller entrante, Mario Lubetkin, en una señal de que la relación con estos países podría cambiar bajo la administración de Orsi.
Tras el acto protocolar, el nuevo presidente y su vicepresidenta se trasladaron al Palacio Estévez, donde saludaron a la ciudadanía desde el balcón. A su lado estaban su esposa y sus hijos, en un momento de celebración tanto personal como política.
Al caer la noche sobre Montevideo, el peso del desafío que tiene por delante quedó claro. Orsi deberá gobernar con una oposición que tiene mayoría en la Cámara de Diputados, negociar acuerdos para avanzar en sus proyectos y definir el rol de Uruguay en la región. Pero, por ahora, en la euforia de Plaza Independencia, el nuevo presidente cerró su discurso con la frase que marcará su gestión: El país es uno solo. Lo construimos entre todos y con cada rincón como protagonista del desarrollo.