Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina han descubierto en la provincia de Córdoba un enterramiento de 4.400 años de antigüedad, único en Sudamérica.
Los restos humanos presentan variantes genéticas exclusivas que no se han encontrado hasta ahora en otros individuos antiguos, y los objetos representan las relaciones de poder de aquella época, se informó.
Los científicos lo definen como la evidencia más antigua de un ajuar funerario, compuesto por objetos colocados con restos humanos en una tumba. Dentro de este ajuar se encontraron armas, como un hacha de piedra, un collar de conchas, un colgante lítico y una mano de moler, junto con los restos de una persona adulta de sexo masculino de los pueblos cazadores-recolectores de la actual región central de Argentina.
El hallazgo realizado por un equipo multidisciplinario del CONICET en la localidad de Amboy, en la provincia de Córdoba, consistió en restos humanos de aproximadamente 4400 años de antigüedad, según detalles publicados en la revista internacional Latin American Antiquity.
A través del análisis de ADN, los investigadores determinaron el linaje materno de los restos del individuo. El hombre presentaba variantes genéticas exclusivas que no se han encontrado hasta ahora en ningún otro individuo antiguo ni en poblaciones contemporáneas, lo que se interpreta como la pertenencia a un linaje que podría haberse originado localmente en el centro de Argentina, y que se habría extinguido posteriormente.
El trabajo intenta aportar elementos que contribuyan al debate sobre las identidades sociales, las diferencias entre las personas y el surgimiento de la complejidad social en estas sociedades del Holoceno tardío, una de las últimas épocas geológicas.
El collar estaba formado por más de veinte cuentas de gran tamaño hechas con el caracol terrestre gigante Megalobulimus lorentzianus. Estas cuentas, además de su gran tamaño, tienen algunas particularidades que probablemente fueron los atributos de interés, señala Sandra Gordillo, investigadora del CONICET en el Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR, CONICET-UNC) y coautora del trabajo.
Desde el punto de vista simbólico, el collar aparece como un elemento identificatorio de la región en los inicios del Holoceno tardío, ya que en momentos posteriores se diversifican los diseños y los contextos de uso, explicó también.
Otra característica es que una de las cuentas tiene incisiones transversales que probablemente representan la identidad de la persona o personas que hicieron el collar, añadió Gordillo.
En cuanto al colgante lítico de tonalidades verdosas, los investigadores estiman que algunos de sus componentes, caso de la malaquita y la crisocola, podrían proceder de algunos yacimientos en un radio de 100 y 200 kilómetros, como Cerro Blanco o Cerro Áspero. La mano de moler está pulida en ambas superficies, presenta evidencias de impactos con pérdida de material rocoso en los extremos, y se observaron residuos de un pigmento rojo.
La bioarqueología permite estudiar la vida de una persona en una perspectiva osteo-biográfica, recuperando la singularidad humana, histórica y contextualmente situada, explicó Mariana Fabra, investigadora del CONICET en el IDACOR y autora principal del trabajo. También permite reinterpretar la información que habitualmente aportan la bioantropología y la arqueología, considerando cómo los aspectos biológicos, sociales y políticos configuran el cuerpo de las personas, agregó.
La especialista señaló que quedan varias preguntas sin responder cuando se intenta reconstruir la identidad social en este tipo de hallazgos: ¿Cómo era la identidad de este hombre, en vida y en muerte, en relación con estos materiales? ¿Qué ocurre tras la muerte de una persona, situación que implica un cambio físico y esencial de la identidad individual y colectiva? ¿Cómo contribuyen los objetos funerarios a la construcción de la identidad de la persona en diferentes dimensiones? ¿Cómo podemos pensar en estos objetos cuando la persona que los hizo, los llevó o los utilizó murió? ¿O estos objetos fueron hechos para acompañar a este hombre en su ritual mortuorio?
Los científicos que han participado en el estudio explican que el hallazgo del hacha en una tumba de más de cuatro mil años de antigüedad implica que estos objetos se utilizaban varios milenios antes de cuando se creía que habían aparecido en la evolución humana.
El hacha, la cuenta lítica, la mano de moler y el collar se entrelazan en redes de relaciones que van más allá de sus funciones originales o primarias y adquieren un papel simbólico que reproduce las diferencias de roles bajo la influencia de las antiguas culturas.
(Fuente: Tiempo Argentino)