El 2 de abril de 1982, fuerzas argentinas invadieron las Islas Falkland. El periodista Patrick Watts quien estaba al frente de la Radio de las Falklands realizó una trasmisión maratónica corrida, de once horas a medida que los acontecimientos se iban desarrollando. Mantuvo una presencia británica en la Estación de Radio durante la mayoría de los 74 días de la ocupación argentina. En este artículo brinda un relato personal de sus recuerdos del día en que las Fuerzas Británicas liberaron a las Falklands.
A eso de las 11:00 de la mañana del 14 de junio de 1982, la guerra de las Falklands extraoficialmente concluyó. Los cañones que habían estado infligiendo considerables pérdidas a las tropas británicas en el Monte Longdon cesaron de disparar en tanto la artillería británica que durante los tres días y noches previas había bombardeado incesantemente los alrededores de la capital Stanley en su intento por silenciar las armas argentinas, de golpe también se acallaron. Fue como si alguien en algún lugar hubiera apagado una llave de luz a una hora pre acordada!!
Copos de nieve caían suavemente, las calles estaban escarchadas y estaba extremadamente frío a medida que miles de soldados argentinos abandonaban los montes, riscos, cerros y valles los cuales habían estado ocupando desde hace 73 días, y caminaban desconsolada y desanimadamente hacia Stanley, resignados ante la derrota y buscando abrigo, calor y alimento. Aún totalmente armados procedieron a ocupar edificios públicos tales como el Salón Municipal, la Oficina de Correos y el Gimnasio, y galpones comerciales en un intento por escapar del frío. Estaban todos muy hambrientos a pesar que muchos contenedores con alimentos, traídos a las Islas por cargueros argentinos, yacían abandonados, totalmente llenos en terrenos, potreros y jardines. Por alguna razón inexplicable parece que no hubo intentos por distribuir los alimentos a las tropas hambrientas.
Subí al techo de casa en Police Cottages y vi que la bandera blanca y celeste argentina todavía flameaba en los tres principales mástiles de las Islas, Casa de Gobierno, el Secretariado de las Islas Falkland y en el cuartel general de la Fuerza de Defensa de las Falklands. No había bandera blanca alguna en ningún lugar, a pesar del anuncio realizado por la Primer Ministro británica Margaret Thatcher en el parlamento más tarde en la jornada, que banderas blancas flameaban sobre Stanley. Había sido mal orientada por las palabras inapropiadas de un oficial militar británico, el Mayor Bill Dawson del regimiento de Gurkhas que al momento estaba estacionado a unas diez millas al oeste de Stanley en el Monte Dos Hermanas. Fue filmado emergiendo de un refugio de montaña afirmado, carajo esto es maravilloso, banderas blancas flamean sobre Stanley. Veinticinco años más tarde Dawson retornó a las Falklands y abiertamente me admitió que no había visto bandera blanca alguna pero que un equipo de televisión lo había alentado a que exagerara la afirmación. Ello a partir de palabras de un soldado quien estaba ubicado más hacia el frente, en el Monte William, y quien se había comunicado por radio para decir que pensaba podría haber una bandera blanca flameando en Stanley, ya que algo revoloteando en el aire había visto. Lo más probable es que fuera algún calzón blanco de alguna dama en una línea para secar ropa¨ sugirió el oficial Dawson. Más tarde sería reprendido por el General Moore por su indiscreción, pero el mito de las banderas blancas flameando sobre Stanley perdura hasta nuestros días.
A las 03:00 por la tarde me dirigí al edificio del Secretariado y Tesorería del gobierno y hablé con el Comodoro Carlos Bloomer-Reeve a quien habían traído de retorno de Bonn donde ocupaba el cargo de Agregado Militar, e instalado en las Islas como Jefe de Asuntos Civiles. Previamente había estado dos años en las Islas a cargo de la línea aérea, LADE, la cual desde 1971 operaba semanalmente entre Comodoro Rivadavia y las Falklands. Bloomer-Reeve era respetado por todos quienes lo conocían y se mostraba muy atento a las inquietudes de la población civil, muy a pesar de la actitud beligerante de un oficial de Inteligencia Militar argentina, el temido Mayor Patricio Dowling. Bloomer-Reeve me informó convenientemente que había un cese de fuego y me arrimó a la ventana desde la cual se podía apreciar la silueta oscura de los paracaidistas británicos prontos, junto al Monumento a la Guerra de 1914 y a tan solo 400 yardas de distancia. Supe entonces, tal cual había prometido la Primer Ministro británica Margaret Thatcher que los británicos estaban nuevamente de retorno en mis queridas Islas. Fue un momento de gran emoción para mí.
Sobre las 20:00 horas retorné al edificio del Secretariado, pues había sido advertido que el Mayor General Jeremy Moore quien comandaba las Fuerzas británicas de tierra estaría llegando para la rendición del Brigadier General Benjamin Menendez quien a principios de abril había sido juramentado como gobernador de las Islas. Fue en pocas palabras un reinado muy breve. En el pasaje al piso superior del Secretariado estaba el General Menendez, resplandeciente e inmaculado en su uniforme, completo de medallas y condecoraciones. Sus zapatos brillaban con tanta intensidad que hasta casi podía verme reflejado en las lustradas capelladas. A su lado reconocí al Comodoro Bloomer-Reeve y al Capitán Melbourne Hussey, un oficial de la marina argentina quien era el traductor oficial y quien había sido designado al frente del Departamento de Educación durante su breve estadía en las Falklands. La cuarta persona era el vice comodoro Eugenio J Miari de la Fuerza Aérea argentina quien era el asesor legal senior.
El Mayor General Moore y su considerable séquito llegaron un poco más tarde de lo esperado. Era mucho más bajo de lo que imaginé, una figura menor al lado del General Menendez, vestido con uniforme de combate verde con manchas y una gorra de pico estilo desierto en tanto la cara estaba cubierta de camuflaje. Se parecía mucho más al vencido que al vencedor!! Luego que se firmara la rendición la delegación argentina partió y al pasar el General Menendez me miró directamente a los ojos y me dijo una sola palabra, sorry. Quizá me reconociera de cuando la recorrida oficial de los departamentos de gobierno a los cuales acompañé a principios de abril?
El documento que venía de firmar Menéndez concluía, La rendición se hará efectiva a partir de las 23:59 GMT (hora local, 20:59) el 14 de junio e incluye a todas las fuerzas argentinas actualmente desplegadas dentro y en el entorno de Stanley y las otras en las islas Falkland Este, Falkland Oeste y circundantes.
El General Moore envió un telegrama a Londres que concluía con las siguientes palabras, Las Islas Falkland están una vez más bajo el gobierno deseado por sus habitantes. Dios Salve a la Reina.
El General preguntó entonces dónde estaban los locales, miré alrededor y me di cuenta orgullosamente que era el único habitante civil de las Falklands presente en una ocasión tan histórica como memorable.
Le agradecí profundamente en nombre de la población de las Falklands por la rápida y decisiva liberación de la repudiada ocupación militar argentina. Quería saber dónde estaban los civiles y rápidamente le respondí que unos 120 habitantes estaban refugiados dentro de la seguridad que ofrecía el edificio de piedra de la West Store. Pidió para verlos y pareció totalmente desprevenido ante el posible peligro que podrían representar los miles de soldados argentinos armados que aún ocupaban el pueblo a oscuras y cubierto de nieve. Unas rondas de artillería más temprano habían deshabilitado un generador de electricidad y la mayoría de Stanley, viviendas y calles se encontraba en medio de un apagón. Todos saben que se acabó, por tanto prosigamos fue la respuesta espontánea del militar. Se trataba de un galpón poco iluminado donde la gente había puesto sus colchones entre los quesos y jamones del supermercado. Al verlo fue aclamado y levantado en andas sobre hombros y desfilado entre las bolsas de dormir, fotografiado y saludando a niños, a la vez que felicitado por el éxito alcanzado con las fuerzas de tierra. El gerente de la West Store David Castle caballerosamente invitó a los civiles encerrados para que se sirvieran de las góndolas de licores y bebidas alcohólicas las que fueron rápidamente consumidas acorde a la celebración de un momento tan ansiado. Hubo muchos brindis, primero al propio General, luego a la Fuerza de Tareas y finalmente a la Sra. Thatcher.
Típico de un buen inglés el Mayor General entonces me preguntó dónde podría conseguir una buena taza de té, por tanto lo llevé a mi casa, junto a los oficiales que lo acompañaban, guarda espaldas, unos pocos periodistas y un fotógrafo, donde comió torta y masa caseras que había hecho mi madre. Coincidentemente mi madre estaba celebrando su cumpleaños 66 en ese mismo día. En ese momento traté de comprender el verdadero significado de una ocasión tan trascendental. El jefe de las Fuerzas de Tierra británicas estaba sentado en mi pequeña cocina tomando té y habíamos sido liberados. Era un sueño o era la realidad?, me preguntaba y preguntaba. Al partir hacia Casa de Gobierno el General agradeció infinitamente a mi madre y agregó palabras inmortales, por cierto ha sido la mejor taza de té que he tomado desde que comencé la campaña
Más tarde esa misma noche los derrotados argentinos intentaron vengarse y nos dimos cuenta que algunas viviendas particulares, edificios públicos y una sala de deportes, previamente ocupadas por los soldados argentinos y que contenían considerable cantidad de municiones, habían sido prendido fuego. El Cuerpo de Bomberos junto a muchos voluntarios y algunos miembros de la Policía miliar argentina provistos por el Capitán Romero impidieron que el fuego se extendiera y terminara incendiando todo el pueblo. Romero un hombre muy decente, era un reservista que había sido enviado a las Islas por la Junta Militar para supervisar a la Policía Militar durante los 74 días de ocupación. Tomó las medidas del caso y sancionó a los conscriptos descubiertos robando de viviendas sin ocupar y trató de ayudar a la población civil hasta donde su rango militar le permitía. Afortunadamente el fuego fue eventualmente contenido y el pueblo sobrevivió. El desarme de los combatientes argentinos y su repatriación a Argentina en mercantes británicos comenzó el día siguiente. En fin, la DEMOCRACIA había retornado a las Islas Falkland.
Patrick Watts - Stanley